Cambio inminente en la región

Mientras nos guarecemos de la metralla diaria de la política doméstica no podemos sustraernos a observar los cambios que se gestan en el escenario internacional más próximo y sus posibles consecuencias en el Perú. El 28 de octubre se realizará la segunda vuelta electoral en Brasil. El próximo 6 de noviembre EE.UU. renovará las dos cámaras del Congreso que actualmente dominan Trump y el Partido Republicano (también elegirá gobernadores estatales). Y el 1 de enero, en menos de tres meses, López Obrador asumirá la presidencia de México. Cualquiera de estos factores, o su confluencia, nos obligará a reajustar estrategias de política externa (que deben están evaluándose en Torre Tagle).

El fenómeno Bolsonaro en Brasil —que aventaja largamente al socialista Hadad, su competidor del PT en segunda vuelta— puede tener una trascendencia desconocida para la región por la apertura comercial y a la inversión extranjera que predica, así como por la política exterior que conducirá. La misoginia, la homofobia o la severidad en la lucha contra la delincuencia son políticas internas. Pero abrir el mercado de un país tan potente al capital transnacional y poner de cabeza al proteccionismo en el que se cobijan los países del MERCOSUR serían decisiones que alterarían radicalmente la economía y el intercambio en la región.

Solo imaginemos lo que ocurriría si se desmorona la unión aduanera que beneficia especialmente a Brasil y Argentina, y que los cuatro socios del MERCOSUR pudieran liberar las ventajas comparativas de su producción para competir en el mercado internacional. ¿Que significaría la apertura del mercado brasileño para el Perú, o que Brasil busque alguna forma de entrar a la Alianza del Pacífico (AP)? ¿Qué traería una fuerte asociación entre Bolsonaro y su admirado Trump? ¿Que sería de las izquierdas sudamericanas si triunfa su modelo económico ultraliberal? ¿Como evolucionaría su relación con Argentina? ¿Qué impacto tendría el firme respaldo que le brindan los 42 millones de evangélicos que han dejado de apoyar al PT de Lula/Dilma? ¿Sería un anticipo de lo que podría ocurrir con un futuro candidato en el Perú, donde buscan una gravitación política cada vez mayor?

Las interrogantes son sugerentes porque remueven el tablero en el que jugamos. Un tablero en el que pesa nuestra responsabilidad en la presidencia temporal de una Alianza del Pacífico desconcertada por las inesperadas preocupaciones proteccionistas de Colombia por su industria láctea y la competencia que tendría con Nueva Zelandia como miembro asociado; o la antipatía de un izquierdista inubicable como López Obrador, que desairó la invitación de Peña Nieto a la última cumbre de la AP celebrada en México para que asistiera como presidente electo (una práctica común).

No puede soslayarse que el misterioso AMLO pertenece al estrecho círculo de amores ilegítimos de Trump, en la cuestionable compañía de Kim Jong Un y Putin. El socialista oriundo de Tepetitán lo ayudó —desde la sombra— a poner a México al servicio de la estrategia de su nuevo “mejor amigo” norteamericano para doblegar a Canadá en la renegociación del NAFTA, convertido ahora en USMCA (EE.UU., México y Canadá), un tratado a la imagen y semejanza de Donald Trump.

Solo una pregunta final. ¿Habrá algún cambio real en el Twitter del dueño de Washington si pierde la mayoría en alguna de las cámaras del congreso norteamericano? No lo creo.