Berit Knudsen
Caída del régimen sirio. Implicaciones geopolíticas
El país vive más de una década de guerra civil
Siria, bajo el control del partido Baaz desde 1963, vive décadas de gobiernos autoritarios. Hafez al Assad lideró el país desde 1970 con fuerte represión hasta su muerte en 2000 cuando su hijo, Bashar al Assad, asumió el poder prometiendo reformas, pero su mandato se caracterizó por la corrupción, represión política y marginación de grupos étnicos y religiosos.
En 2011, durante la Primavera Árabe, protestantes pacíficos pidieron reformas democráticas en Siria, pero la violenta represión desató una guerra civil fragmentando al país. El conflicto adquirió prontamente un carácter sectario, enfrentando al régimen alauita de Assad contra la mayoría sunita y otros actores nacionales e internacionales.
El régimen de Assad contó con el apoyo de Rusia, Irán y Hezbollah, manteniéndose en el poder gracias a las fuerzas aéreas rusas y combatientes chiitas de Hezbollah en territorios clave. Los Grupos rebeldes, formados por múltiples facciones opositoras –algunas moderadas– y grupos extremistas como Hayat Tahrir al Sham (HTS), controlaron zonas en el norte y sur, pero su fragmentación limitó su eficacia.
Los kurdos establecieron un control al noreste de Siria con apoyo estadounidense; mientras Turquía apoyaba a las fuerzas rebeldes en contra de los Kurdos. Más de medio millón de muertos y millones de desplazados internos y refugiados marcaron la tragedia siria, con una devastación económica y social, profundizando las consecuencias de la sequía entre 2006 y 2011.
El 27 de noviembre, durante la tregua entre Israel y Líbano, Hayat Tahrir al Sham (HTS) –milicia islamista asociada con Al Qaeda– lanzó una ofensiva contra el gobierno de Bashar Al Asad, apoderándose de Alepo, segunda ciudad más grande de Siria, capturando en una semana Hama, Homs y Damasco. El ejército sirio, debilitado y desmoralizado, fue incapaz de resistir, sumado al fracaso de sus aliados, motivó la deserción de muchos soldados.
Tras negociaciones, Bashar al Assad abandonó el país el 8 de diciembre con destino a Rusia. El palacio presidencial y su residencia fueron saqueados mientras los rebeldes tomaban el control de la capital. Los líderes rebeldes declararon el fin del régimen prometiendo una transición pacífica que abre la posibilidad de un cambio político, aunque la historia de violencia y abusos de HTS, así como la participación de múltiples grupos insurgentes fragmentados generan incertidumbre sobre el futuro del país.
La pronta caída de Bashar al Assad demuestra que sus principales aliados: Rusia e Irán se encuentran debilitados. Para Rusia, la pérdida de Siria representa un revés estratégico en medio de la guerra en Ucrania. En Irán queda evidenciado el daño causado a sus capacidades y las de sus aliados proxy de Hezbollah durante el conflicto contra Israel y los Estados Unidos.
Turquía, miembro de la OTAN, busca reforzar su papel en el norte de Siria con el Consejo Nacional Sirio (SNC) con base en Estambul a pesar de su cercanía con Putin, neutralizando la influencia de las fuerzas kurdas que han creado su propia agrupación y brazo armado, llamado Unidad de Protección Popular (YPG en kurdo).
Estados Unidos y Occidente, contrarios al régimen, apoyan la caída de Bashar al Assad, reconociendo los peligros que implica estabilizar un país fracturado.
El líder de HTS, Abu Mohammed al-Jawlani, prometió una transición hacia un sistema pluralista, pero las tensiones entre las facciones rebeldes, las minorías no suníes y los actores externos complican el panorama. Siria enfrenta el desafío de evitar un colapso total y construir una nueva estructura estatal que represente a todos sus ciudadanos. La comunidad internacional deberá mantenerse atenta para evitar que Siria caiga en un caos prolongado.
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