Arturo Valverde

Andar sin citar a nadie

¿Qué opinaba Cervantes sobre las citas en la literatura?

Andar sin citar a nadie
Arturo Valverde
03 de septiembre del 2024


Don Miguel, como ha dicho usted, yo tampoco necesito de otros “que digan lo que yo me sé decir sin ellos”. Y no porque menosprecie a los más renombrados pensadores, a quienes se debe leer y aprender de ellos, sino porque estoy convencido de que uno debe formar sus conceptos y expresarlos con voz propia. 

Le parecerá gracioso, pero un viejo amigo (enemigo de esos que andan repitiendo y citando a conocidos y anónimos) defendía la misma idea. Decía, algo así: “A mí no me interesa lo que piense Aristóteles, lo que haya dicho Sócrates, lo que diga Marx o cualquier otro hace cientos de años… lo que a mí me importa es lo que yo pienso, lo que yo digo, y, finalmente, lo que yo creo”. 

Debió leerlo en su libro, “Don Quijote de la Mancha”, en las primeras páginas de su prólogo, en las que usted ha escrito con bastante acierto:

“Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mi años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes? Pues ¿qué, cuando citan la Divina Escritura? No dirán sino que son unos santos Tomases y otros doctores de la Iglesia, guardando en estos un decoro tan ingenioso, que en un renglón han pintado un enamorado distraído y en otro hacen un sermoncico cristiano, que es un contento y un regalo oílle o leelle. De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del abecé, comenzando en Aristóteles y acabando en Jenofonte… En fin, señor mío —proseguí—, yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan, porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos”. 

Que no le sorprenda, pero algunos persisten en ir por la vida citando lo que dijeron hombres que murieron hace cientos de cientos de años; como si costase mucho esfuerzo hablar por sí mismos. Un día, los veremos andar con acotaciones encima de sus cabezas.

Arturo Valverde
03 de septiembre del 2024

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