Darío Enríquez

Al maestro con cariño, admiración y gratitud

Rendimos homenaje a un gran maestro salesiano

Al maestro con cariño, admiración y gratitud
Darío Enríquez
25 de febrero del 2020


En esta oportunidad, pedimos a nuestros lectores que nos permitan compartir un tema personal, que por extensión también corresponde a una importante comunidad educativa y religiosa. Hace unas semanas dedicamos nuestra columna a comentar la vasta y encomiable labor de los salesianos en el mundo. Una gran gesta como esta, iniciada casi inadvertidamente en el barrio de Valdocco (uno de los distritos de Turín) a mediados del siglo XIX, en plena efervescencia del proceso de unificación italiana. Debemos anotar el notable acto de desprendimiento de Don Francesco Pinardi, quien entregó en uso el amplio patio de su casa para que Don Bosco establezca allí sus actividades sin el temor de ser desalojado. Hoy, ese lugar forma parte del conjunto arquitectónico donde se ubica la sede central de los salesianos y la hermosa iglesia de María Auxiliadora, en Turín. De hecho, diversas obras salesianas en el mundo llevan el nombre de “Techo Pinardi” en homenaje a esa gran acción benévola.

Con la creación del Oratorio San Francisco de Sales se dio partida a un movimiento de fe, trabajo y esperanza que ha cambiado para bien la vida de millones de jóvenes y sus familias en los cinco continentes de nuestro planeta. Don Bosco contó con el trabajo y esfuerzo de mucha gente, desde el padre Caloso –su mentor, que falleciera cuando Juanito era aún adolescente– hasta Miguel Rúa, su sucesor como rector mayor de los salesianos. Hay muchos otros notables, tales como el padre Cafasso, el teólogo Borel, la marquesa Barolo, Juan Cagliero, María Mazzarello –promotora de la Comunidad de las Hijas de María Auxiliadora– entre muchos otros. A todos ellos se suma la labor fundamental de Margarita Occhiena, madre de Don Bosco y conocida como Mamá Margarita.

En el siglo XXI, la obra salesiana llega a 133 países en los cinco continentes. Contando con más de 400,000 colaboradores directos en sus diversos emplazamientos y unos 15,700 sacerdotes en actividad. Toda esta gente hace posible que la siembra de Don Bosco en incontables pechos juveniles siga dando frutos. En nuestro Perú, uno de esos predestinados seguidores de Don Bosco, que puso todo lo que tenía y más en la forja de nuevas generaciones bajo los ideales, principios y valores salesianos, se ha jubilado luego de más de cuarenta años –casi medio siglo– de inagotable labor. ¿Su nombre? Jorge Núñez Martínez.

Quienes hemos sido sus alumnos sabemos que más allá de profesor, nuestro querido Coco fue y sigue siendo uno de nuestros más notables maestros, con gran influencia positiva en nuestras vidas. Nos preciamos de ser sus discípulos. Desde aquellas inolvidables jornadas dándole y dándole a la tabla periódica de los elementos en sus cursos de química inorgánica, hasta su tenaz esfuerzo por desarrollar la competitividad del deporte escolar salesiano, sin olvidar su notable rol como profesor coordinador (tutor) de diversas promociones egresadas del Colegio Salesiano de Breña. Finaliza su trabajo como profesor de secundaria con dos cargos: coordinador del área de Ciencias Naturales y coordinador de Deportes, oficiando de representante frente a la Asociación Deportiva de Colegios Religiosos (Adecore).

Personalidades como el profesor Núñez Martínez forman parte de ese grupo privilegiado que, con su acción directa, mantiene vivo, vigoroso y pleno el legado de San Juan Bosco. Bajo sus enseñanzas, consejo y formación, muchos jóvenes encontraron una vocación profesional que con el tiempo los ha consolidado como ciudadanos de valía, basados en valores cristianos y ejerciendo una misión como salesiano donde les toque desenvolverse. También en deporte hay resultados extraordinarios, de hecho, en el contexto de las olimpiadas de Adecore y bajo la conducción del profesor Núñez, el Colegio Salesiano de Breña ha obtenido seis veces el título máximo en el tablero general, doce veces el segundo lugar y siete veces el tercero. 

Nuestro país tiene una reserva moral, profesional y social gracias a las capacidades, dedicación y valores de gente como él. Forman parte de esa gran mayoría silenciosa que hace posible tener esperanza en un futuro mejor. Nos toca a nosotros poner lo que nos corresponde, siguiendo ese esfuerzo y tomando la posta generacional, para que nuestro país pueda superar sus problemas, que son nuestros y de las nuevas generaciones, rindiendo a su vez un vivo homenaje de cariño, admiración y gratitud a un gran maestro salesiano ¡No hay cómo agradecer tanto, querido Coco!

Darío Enríquez
25 de febrero del 2020

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