Pedro Corzo
Afganistán, la huida
vEl gran error político de la administración Biden

Como aficionado a la historia considero que la reciente retirada de tropas de Estados Unidos de Afganistán tiene todas las características de una decisión política. Una providencia basada en deseos, convicciones y compromisos ordenada por burócratas y políticos que aparentemente no tuvieron en cuenta muchas de las consecuencias de sus acciones.
En base a las informaciones y comentarios de conocedores del tema, lo acontecido en el país asiático tiene más de huida que de retirada. La decisión tal vez fuera la única que podía cumplimentar las necesidades de Estados Unidos; pero la forma en la que se instrumentó deja apreciar una vez más que los que dirigen las grandes potencias actúan, las más de las veces, a partir de sus intereses y convicciones. Y que las insuficiencias de sus aliados menores pueden ser obviadas sin remordimientos.
Hace tres décadas publiqué en un diario venezolano un artículo titulado “Pólvora Importada o autosuficiencia”, en el que pretendía describir lo frágil que es una alianza con una gran potencia, sin importar si había sido contraída por gobiernos o sectores que aspiraban al poder. También intentaba demostrar que uno de los errores más grandes en que puede incurrir una fuerza política o militar es cimentar su estrategia y el logro de sus fines en la ayuda de un factor que no sea parte esencial del conflicto que enfrenta. Una situación que se hace más compleja cuando el sostén proviene de una nación que está regida por leyes y la opinión pública, como es el caso de Estados Unidos.
Mientras no haya autosuficiencia, el cofrade no dejará de ser la sucursal de una casa matriz, que es la que toma las decisiones fundamentales. El no ser autosuficiente lo convierte en un instrumento más de la política general del “aliado protector” que le asiste, porque ningún estado deja sus intereses para favorecer las necesidades de un afiliado, por vitales que estas sean para el asociado. A esta realidad hay que sumar las veleidades y compromisos de los burócratas a cargo de la gestión de asistencia, razón por la cual la dependencia es un gran lastre para cualquier proyecto. Máxime si el funcionario quiere atribuirse éxitos donde otros han fracasado.
Un ejemplo de estas situaciones fue el inequívoco apoyo de Fidel Castro a las guerrillas del Frente Nacional Eritreo, en Etiopía, para luego abandonarlas y perseguirlas, después que el extinto Menguistu Marián asumió el control del estado etíope. Algo similar ocurrió con Somalia. El dictador Siad Barre era cliente de Moscú y La Habana, pero cuando Etiopía se convirtió en pieza del juego soviético abandonaron a Somalia en su guerra con Etiopía.
Recordemos que Estados Unidos abandonó a los cubanos que desembarcaron en Bahía de Cochinos en 1961; y que también lo hizo durante la operación Mongoose, por solo mencionar dos casos. La nombrada "contra" nicaragüense siempre fue sujeto de los vaivenes de la política de Estados Unidos, lo que afectaba seriamente su capacidad combativa.
Estos casos demuestran que las alianzas siempre son circunstanciales. Y que el apoyo, del tipo que sea, incluido los subsidios, son producto de una política de gobierno y estado que están siempre influenciada por funcionarios que pueden cambiar de puntos de vistas o simpatías, hasta llegar a antagonizar con la propuesta original.
Los subsidios pueden ser vitales; pero depender de las regalías de un estado extranjero para impulsar un proyecto es cometer suicidio. Y es lo que le sucede a todo Estado, en este caso Afganistán, o a cualquier grupo irregular respaldado por un gobierno extranjero y que confía que el cuerno de la abundancia es eterno.
Toda causa necesita aliados, sean gobiernos u organizaciones que la defiendan, promuevan y apoyen en la medida de sus posibilidades. Pero a fin de cuentas, hay una sola realidad: quienes encarnan un proyecto están solos, porque las alianzas se rompen cuando una de las partes lo cree conveniente.
Estados Unidos es un gran proveedor. Es el principal garante de los derechos universales, pero no por eso debemos callar si su liderazgo incurre en errores. Y cometió un error cuando el gobierno del presidente Joe Biden no tomó las disposiciones convenientes para que sus intereses y los de sus aliados fueran salvaguardados.
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