A raíz del populismo y la minería moderna

 

“Hay que recorrer las calles para entender los fenómenos sociales” insistía mi profesor del curso sobre conflictos sociales, en el doctorado. Y es totalmente válido.

En el 2011 viajé a Moquegua para dar una charla sobre educación financiera a niños de cuatro grado de primaria. Ya lo había hecho en otras regiones del país y me sorprendió el nivel de conocimiento de estos niños de 9 y 10 años de edad. Pero lo que más llamó mi atención es que todos ellos ahorraban, en promedio, S/ 50 a S/ 100 semanales, básicamente por las propinas que recibían de sus papás o tíos, todos ellos trabajando en el sector minero. Cuando les pregunté cómo se veían de aquí a 10 o 15 años, la gran mayoría respondía que en el Perú, en Moquegua, trabajando en alguna actividad vinculada a la minería.

En ese mismo viaje me invitaron a una radio local para explicarle a la población cómo usar los productos financieros. Llegue a la emisora sola, y me pidieron que espere una media hora. Y también que tenga cuidado con lo que diga porque antes iba a hablar un dirigente antiminero que estaba armado y que financiaba el programa en contra de la actividad. Escuché con atención la entrevista y ese dirigente no estaba solo; eran cinco, todos ellos armados. En esa época el discurso era “Mina no, agua sí” o “Conga no va”. La entrevista estuvo plagada de amenazas a la autoridad, como hoy en Tía María: “Si avanzan con algún proyecto minero, empieza la huelga”.

En un siguiente viaje a Cusco, en el 2016, fui invitada a una jornada de capacitación sobre alfabetización financiera con productores agrarios, organizada por Agrobanco. El evento se llevó a cabo en Paccarectambo, en las alturas de Cusco y camino a Apurímac. En el camino de ida me pidieron que tenga cuidado, pues los comuneros paraban los camiones de transportes de minerales para cobrar el “cupo” por pasar por la carretera hasta la mina. 

En efecto, en el camino nos detuvimos para que se lleve a cabo la operación: el pago del cupo para transitar por la carretera. Mientras tanto, el teniente alcalde de Paccarectambo nos explicaba que son muy pocas las comunidades que se han visto beneficiadas por el cobro del cupo. Y en efecto, en Paccarectambo la población es muy pobre, accede a Qali Warma, Juntos y Pensión 65.

De regreso, casi al final de la tarde, tomé un taxi en el Cusco para ir al mercado. Y el taxista me contó que las huelgas antimineras eran exitosas porque las personas recibían, en promedio, 50 euros diarios, financiados por alguna ONG internacional.

Esa es nuestra realidad. Pero lo cierto es que hoy es posible una minería responsable con la conservación del medioambiente, como en Australia. Y que el Estado debe tener mayor presencia en todas las regiones del país, para hacer cumplir las normas a la minería legal, castigar la minería ilegal y acompañar el desarrollo de la agricultura y de la inversión en educación y salud de calidad.

Que no sean los oportunistas políticos los que terminen por desangrar nuestro país. Debemos tener la capacidad técnica y política para trabajar por el bienestar de la población, y eso supone defender la actividad productiva de la zona y que sus riquezas sean utilizadas conforme al marco legal establecido. 

“El que te quiere pobre te quiere ignorante para aprovecharse de tu falta de conocimiento” decía mi profesor de sociología. ¡Cuánta verdad! Nuestro Perú se merece que recorramos las calles y que aportemos soluciones sinceras. ¿Por qué no dejar que el proyecto de Tía María camine, si para eso el Estado debe asegurarse del respeto al medio ambiente y que la población acceda a mejores condiciones de vida?