A fuerza de repetirlo

El lugar común de estos días —que los opinólogos repiten como un mantra— es que el presidente Pedro Pablo Kuczynski ha quedado tremendamente debilitado por la no vacancia y el indulto. Esa proposición, sin embargo, no tiene sentido. Por definición, el presidente no puede hallarse hoy más débil que antes de esos hechos. Tiene hoy frente a él a un Congreso en el que ya no existe mayoría automática absoluta, y cuenta hoy con la gratitud de más de la mitad del país que pedía la libertad de Alberto Fujimori. ¿Cómo entonces, podría estar hoy peor que ayer?

Tampoco hay causa material para el debilitamiento de la gobernabilidad. La economía global crecerá casi 4% este año, por primera vez en mucho tiempo. El motor de la economía de EE. UU. ha arrancado nuevamente gracias a la reforma fiscal de Trump. Y China no ha dejado de crecer en ningún momento, como muchos agoreros vaticinaban. Los compradores de nuestras exportaciones, por lo tanto, están con viento a favor y a la economía peruana, en suma, no le va a ir mal en el año que comienza.

Todo indica, entonces, que no hay condiciones objetivas —como solía decir la izquierda radical— para la caída del gobierno. No va a haber golpe de la calle para forzar la renuncia del presidente Kuczynski. Y tampoco habrá golpe parlamentario. Quebrada la mayoría absoluta por sus propios excesos —el intento injustificado de vacar la Presidencia a paso ligero fue solo el último—, hasta donde alcanza la vista hoy, no habrá en lo sucesivo votos suficientes en el Congreso para intentar nuevamente una vacancia.

Una última cuestión. ¿Pueden aparecer nuevos hechos que obliguen a revisar lo que se sabe sobre Kuczynski y Odebrecht? Si hay asuntos, conocidos o por conocer, de los que el presidente deba responder, lo hará cuando termine su Gobierno. Eso no es solo lo que la ley manda, sino lo que la práctica política ha convertido en costumbre. Así ocurrió con Humala, García y Toledo; y es precisamente lo que la decisión política de la no vacancia ha ratificado.

En suma, todo indica que la supuesta debilidad extrema del Gobierno, que los opinólogos anuncian con mal disimulado entusiasmo, no expresa algo que ocurra en la realidad sino solo en sus cabezas. Y no va a convertirse en realidad solo a fuerza de repetirlo.