Miguel Pons
A confesión de parte, relevo de prueba
Instituciones y plagio comprobado del candidato César Acuña
César Acuña ha declarado a la prensa que copió textos de otros autores sin citarlos ni entrecomillarlos en su tesis de doctorado de la Universidad Complutense de Madrid. De otro lado, el mismo Acuña también plagió textos en su tesis de la colombiana Universidad de Los Andes y es probable que los haya cometido en las tesis que presentó a las universidades de Trujillo y de Lima.
Acuña ha dicho públicamente que él “no ha leído un solo libro” y pese a eso ha llegado a ser rector de su universidad. ¡Qué desvergüenza! Quien no lee, no sabe escribir. Esto evidencia que las tesis no las hizo él. Pagó a terceros para que las hicieran y, naturalmente, el candidato tampoco leyó las tesis.
No se necesita que las citadas universidades lo comprueben porque el propio Acuña lo admite. Se cumple el viejo adagio jurídico que dice “a confesión de parte, relevo de prueba”. No hay prueba más sólida que la admisión de culpa de que cometió los delitos que se le imputan. Entonces, el Jurado Nacional de Elecciones debería actuar de oficio y proceder a anular su candidatura de inmediato. No hacerlo constituye complacencia o complicidad. Acuña se ha descalificado solo.
El escándalo de los plagios ha dado la vuelta al mundo y esto desprestigia al Perú. ¿Qué gobierno extranjero reconocería a un comprobado delincuente como presidente del Perú?
Es inaudito que Anel Townsend Diez Canseco defienda al candidato Acuña con argumentos banales. Su padre, Andrés Townsend fue un político honesto y honrado -que no es lo mismo- estará dando vueltas en su tumba. Otros con no menos desparpajo también lo hacen.
¿Tan prometedor es llegar al Congreso de la República para dejar de lado normas éticas y morales? ¿Qué harán esos políticos si son elegidos pese a carecer de elementales principios y se venden por un “plato de lentejas”? No son correligionarios sino cómplices y además se encubren unos a otros. Entre ellos crean comisiones investigadoras las que mediante negociaciones se absuelven mutuamente.
Lo ocurrido con Acuña muestra que el Perú está cayendo cada vez más en un problema de corrupción nunca antes vista en la historia peruana. Los ex presidentes Alan García Pérez y Alejandro Toledo, ambos denunciados por supuestos delitos de corrupción. Un ex presidente -Alberto Fujimori- encarcelado por delitos de lesa humanidad y otros a los admitió su culpa y que se acogió a la “confesión sincera” para que no se investigaran.
Acuña imprimió la frase “plata como cancha” anunciando su disposición a coimear a quien se le oponga o al que no lo acompañe en su delirio presidencial. Somos testigos como el candidato por APP viene coimeando al mejor estilo fujimontesinista. Con el dinero de sus universidades ha financiado sus campañas para alcalde, gobernador regional y ahora lo hace para llegar a la presidencia. Aquello es incurrir en otros delitos. La SUNAT debe intervenir los balances de esas universidades. ¿Intervendrá? ¿Y qué pasa con la novel SUNEDU?
El mensaje enviado a los ciudadanos es que no importa delinquir ya que el dinero todo lo compra y con ello hasta el delincuente salva el pellejo. Por tanto, si roban los de arriba, ¿por qué no los de abajo?
Los peruanos estamos hartos de escándalos políticos pero no hacemos nada por remediarlo. Hay muchas explicaciones entre ellas porque no conocemos nuestros derechos. ¿Por qué no revocar a los congresistas usando el referéndum que contempla la Constitución Política del Estado? ¿Por qué no quitarles los privilegios que se dan a sí mismos?
El Perú no tendrá un “setiembre negro” sino un abril 2016 negro.
Si los que están en contra del sistema se movilizan, ¿por qué no los ciudadanos?
Creo que Luis Alberto Sánchez no se equivocó en su libro “Perú: El retrato de un país adolescente” porque los ciudadanos lo somos. No votamos por convicción, no lo hacemos de manera racional sino emocionalmente. Esto es inmadurez.
Miguel Pons Couto
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