LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¡Empresarios del Perú, uníos!
Sobre la propuesta de Confiep de ir al encuentro del empresariado informal.
Luego de ser elegido presidente de la Confederación Nacional de Empresas Privadas (Confiep), Martín Pérez criticó la reciente propuesta del gobierno nacionalista de incrementar el Sueldo Mínimo Vital (SMV), señalando que semejante aumento solo beneficiaría a una minoría y que el gran problema es cómo incorporar a los empresarios informales a la legalidad.
El pronunciamiento del flamante presidente de la Confiep subraya el problema central de nuestra legislación laboral: funciona solo para el 30% de empresas que pueden pagar uno de los sobrecostos laborales más altos del planeta. El 70% restante no tiene opción. La idea de un SMV regulado por decretos solo seguirá sumando informalidad porque, en algunos sectores, la gente que goza de derechos comienza a perderlos cuando las cosas se manejan desde las alturas.
Pero quizá el aspecto más relevante de la nueva gestión de la Confiep es aquel que apunta a un encuentro con el mundo de empresarios emergentes que tienen un pie en la formalidad y otro en la extralegalidad. Por diversas razones, el máximo gremio empresarial nunca ha podido representar a los mercados populares de Lima y provincias que le han cambiado el rostro al país. Este abismo entre la gran empresa y los empresarios populares es uno de los grandes muros que se han levantado y que, de una u otra manera, fomentan la demonización del concepto de empresario en el Perú.
Recordemos que durante las recientes marchas en contra del Régimen Laboral del Empleo Juvenil, los dirigentes izquierdistas de la protesta apuntaron contra la Confiep, e incluso marcharon hasta la sede de dicha entidad. De allí que un encuentro entre el gran empresario y los empresarios emergentes dejaría sin argumentos a los conocidos discursos de la izquierda, porque los migrantes, los hombres de los mercados populares, antes que loas a la pobreza o búsqueda de protección estatal, demandan derechos para hacer empresa y crecer.
Además permitiría la irrupción de actores que no tienen representación en el espacio público y que constituyen el principal torrente a favor de la economía de mercado y de una reforma laboral competitiva. En los mercados populares solo funciona la pura meritocracia: discutir sobre el SMV es una exquisitez para la que no existe tiempo, aunque el promedio de los salarios en los mercados populares excede largamente al llamado sueldo mínimo vital. En el caso de los costos laborales, la mayoría de pequeñas empresas se declara impotente de asumirlos y surgen unidades productivas que nadan en la formalidad (RUC) y en la informalidad (contratos laborales)
Por todas estas consideraciones, un encuentro formal e informal del mundo de la empresa cambiaría, incluso, el escenario y la agenda del país. Por ejemplo, no solo se escucharía la voz de los muchachos que protestaron contra la llamada “Ley Pulpín” sino también la de los jóvenes no capacitados que trabajan con contratos informales en miles de pequeñas unidades productivas. Pero, sobre todo, significaría un tsunami de empresarios y mercados populares a favor de la reforma laboral frente al cascarón de la CGTP que sigue defendiendo a una “aristocracia trabajadora con derechos”.
A través de esa convergencia se revolucionaría el concepto de empresario en el país, que ha sido demonizado con extraordinaria paciencia la izquierda. Cada vez quedaría más claro que sin la empresa privada no se explicaría el crecimiento de las últimas décadas y la impresionante reducción de pobreza sin igual en América Latina. Sin los empresarios emergentes y los mercados populares, los pobres del país habrían tenido que optar entre los colectivismos estatistas y el colectivismo terrorista. Es decir, el Perú no se habría reconstruido sin la heroicidad empresarial.
Por Víctor Andrés Ponce
13 - Feb - 2015
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