Erick Flores

Neoliberalismo: un muñeco de paja

Más cercano al mercantilismo que al verdadero liberalismo

Neoliberalismo: un muñeco de paja
Erick Flores
06 de febrero del 2018

 

Desde que el liberalismo nació como filosofía política, allá por el Siglo XVII, con los aportes del filósofo inglés John Locke, no han faltado personajes que han tratado de acabar con la filosofía de la libertad. Mucho se ha dicho y mucho se ha escrito, y uno de los recursos más usados para criticar al liberalismo, incluso a día de hoy, es la típica falacia del muñeco de paja; un recurso bastante útil en términos políticos, pero que no resiste el mínimo rigor académico.

Personajes como David Harvey, Naomi Klein o Thomas Piketty han sido los críticos más duros de los últimos tiempos. Pero si hay algo que caracteriza a los críticos de la filosofía de la libertad, al margen de cada una de las diferentes posturas que han adoptado, es el sesgo del que parten para comenzar con sus argumentos. Al día de hoy, ya ninguno nos habla del liberalismo en sentido estricto, pues se suele utilizar la etiqueta de “neoliberalismo” para referirse a todo lo que tiene que ver con la libertad del individuo, los mercados y la no intervención del Estado en la economía. Y este no es un detalle menor, no se trata de un simple error conceptual; estamos hablando de una estrategia política muy bien planificada y de un discurso bastante poderoso.

El neoliberalismo, pese a que se han escrito más de un centenar de libros al respecto, no deja de ser un eufemismo, un instrumento retórico que busca asociar el liberalismo con el sistema político-económico que hoy tenemos en nuestro país. Y al margen de que el sistema sea o no funcional, que ya forma parte de otra discusión, lo que aquí debemos tener en cuenta son dos cosas: por un lado, si el neoliberalismo es —tal y como afirman sus críticos— una fase superior del liberalismo, su extremo más salvaje; y por otro lado, si esas críticas tienen algún fundamento sostenido por la evidencia empírica.

Vamos a encontrar, entonces, que si algo han denunciado, con rigor y contundencia, los liberales clásicos es el sistema de privilegios que el poder político puede otorgarle a los privados; y curiosamente, es esto lo que con tanta saña vienen criticando todos los detractores de la filosofía de la libertad. Con ello hacen creer a los incautos que el liberalismo es una defensa del dogma de Montaigne, aquella idea que nos muestra que la riqueza de unos, se ha construido sobre la pobreza de otros; lo que evidentemente nada tiene que ver con el liberalismo.

En este sentido, podemos ir concluyendo algunas cosas. El neoliberalismo, así como lo entienden las personas que más hablan de él, no existe como tal. Si lo que se critica es el sistema de privilegios que hoy tenemos como política económica, el enemigo no es el liberalismo, sino el mercantilismo, el mismo que Adam Smith denunciaba en la época que le tocó vivir. Mario Vargas Llosa —aclaro que no es santo de mi devoción— se preguntaba, hace algunos años, si en verdad existía alguien que pudiera hacerse llamar “neoliberal”. Y sobre la base de lo que se ha dicho, y siendo rigurosos, la respuesta es no. Lo que sí debemos reconocer, es que el neoliberalismo existe dentro de la retórica política, y que forma parte de una agenda bastante clara. Agenda que, en adelante, valdría la pena preguntarnos si es funcional o no. Y creo que la historia ya nos ha dado algunas lecciones sobre lo que funciona y lo que no.

 

Erick Flores
06 de febrero del 2018

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