Jorge Valenzuela

Los hijos del orden

Los hijos del orden
Jorge Valenzuela
04 de febrero del 2015

Cuarenta años de la publicación de la novela de Luis Urteaga Cabrera.              

La reciente reedición de Los hijos del orden, de Urteaga Cabrera, bajo el sello editorial Casatomada en su colección de narrativa Clásicos peruanos contemporáneos, es un buen motivo para discutir cuestiones centrales relacionadas con el lugar del escritor (si es que hoy tiene alguno) y el papel de la literatura. Me eximiré, por tanto, en esta oportunidad, de hablar de la novela. Trataré, en cambio, de presentar tres de los principales problemas que, a su vez, le fueron planteados el escritor en diversas entrevistas cuando se publicó el libro con el objetivo de evaluar su actualidad y pertinencia.

Uno. Como se sabe, en abril de 1975, luego de azarosas travesías, se publicó la novela Los hijos del orden de Luis Urteaga Cabrera. A propósito de ese hecho fue entrevistado por un reportero de la revista Mundial.  En esa entrevista, una de las preguntas fue la siguiente: ¿En su condición de escritor, qué cosa significa Revolución Social para usted? La respuesta del autor fue contundente: “Significa la toma del poder económico y político por las clases trabajadoras y la transformación de la sociedad de manera radical, integral y profunda”.

Me pregunto si hoy, cuarenta años después, alguno de nuestros jóvenes escritores se plantearía la cuestión del cambio social en esos términos (por más polémica que haya sido la propuesta de Urteaga Cabrera) teniendo en cuenta que el Perú de los setenta, si bien ha cambiado, no lo ha hecho tanto como para pensar que tenemos todos los problemas resueltos. Para mí, la respuesta, lamentablemente, es no. ¿Revolución social? Es algo que los jóvenes ni siquiera se plantean desde su condición de escritores.

Dos. Cuando es entrevistado por Sara Beatriz Guardia y esta le pregunta sobre la función social del escritor, Urteaga Cabrera saca el revólver y nos apunta a todos: “El escritor está obligado al esclarecimiento de los valores que norman la conducta de los individuos y las relaciones entre ellos, que son oscurecidas por los intereses de las clases que detentan el poder político y económico”.

Me pregunto si hoy, que se reedita Los hijos del orden, alguna de las últimas novelas de los jóvenes escritores (me refiero a los que tienen menos de cuarenta años) se aproxima, por lo menos un poco, a ese horizonte problemático. La respuesta, me parece, también es no.

Tres. En esa misma entrevista, Beatriz Guardia le plantea a Urteaga Cabrera el problema de la novela como género y la forma en que, a través de ella, podía trasmitir su “mensaje”. Entonces la réplica no se hace esperar: “El sector que yo manejo en la novela es complicado por sus características antropológicas, sociales, culturales y hasta lingüísticas, el común de los lectores a los que me dirijo quizá no está en condiciones de captarla”.

¿Revelaba esta respuesta la incomodidad que el autor sentía frente a la novela para trasmitir a su público (o al que imaginaba como su público), lo que quería decir? ¿Eso lo llevó a reconocer que la novela era, después de todo, un género burgués incapaz de fomentar la comunicación con las grandes mayorías en un contexto de cambio social? ¿Acaso Urteaga se había equivocado al elegir el formato de la novela abandonando el de la crónica en el que originalmente se habían gestado las historias que conformaron, finalmente, su libro? Después de todo, ¿no se sentía más cómodo en el teatro popular, género que posibilitaba la participación más directa de ese público de desesperados sociales al que finalmente quería llegar?

Los tiempos eran violentos, socialmente hablando (hoy no lo son menos), y los marcos dentro de los cuales se movía la literatura, como institución, obligaban a los escritores a reparar en el horizonte social en la necesidad de llevar adelante el cambio. Urteaga lo hizo a su modo, ofreciéndonos esta hermosa y violenta novela. Gracias a ella y a que podemos disfrutarla una vez más, podemos también darnos cuenta qué es lo que está pasando con nuestra literatura y cómo los grandes problemas que entonces se planteaban al escritor, (aquellos que he tratado de reseñar) han dado paso, en estos últimos tiempos, a cuestiones algo intrascendentes, esto es, a una egoísta e insoportable levedad en la que solo importa qué editorial ha sacado tu libro, a qué feria te han invitado, cómo te trata el mercado, cuántos libros vendes, que tal te mueves en la redes sociales y otras estupideces por el estilo.

Patético, realmente.

Por Jorge Valenzuela
04 - Feb - 2015

Jorge Valenzuela
04 de febrero del 2015

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