Victor Robles Sosa

La suerte está echada

La suerte está echada
Victor Robles Sosa
30 de septiembre del 2014

Los partidos políticos, una vez más, serán derrotados en detrimento de la institucionalidad

Este domingo el pueblo dará su veredicto en las urnas y se pondrá punto final a una nueva elección de gobiernos regionales y municipales. Y al margen de los resultados en cada ciudad o región, las encuestas indican que el mapa político-electoral seguirá igual como se mantiene desde 1989: Los movimientos independientes vencerán a los partidos políticos, lo cual, aunque sea previsible, no deja de ser una mala noticia para quienes creemos en la institucionalidad democrática.

Preciso 1989 porque algunos pretenden hacernos creer que la crisis de los partidos es culpa de un gobierno. Aquel año, un presentador de televisión carismático y sin pasado político, Ricardo Belmont, barrió en las urnas a todos los partidos políticos y fue elegido alcalde de Lima. A partir de allí emergieron otros movimientos independientes a lo largo y ancho del país, mientras que los partidos empezaron a hundirse en un mar interminable de derrotas.

De hecho, al año siguiente la ola de los independientes llegó a su tope con la elección de otro desconocido en la política, Alberto Fujimori, como presidente de la república. Después, todas las elecciones nacionales y sub-nacionales las ganaron agrupaciones políticas independientes, excepto las del 2006, cuando Alan García fue reelegido presidente gracias a su performance personal antes que a una identificación con su partido.

La crisis de los partidos ha sido analizada en foros políticos, académicos y  mediáticos, y todos llegaron a la misma conclusión: Se necesita con urgencia construir un nuevo sistema de representación política. ¿Cómo? Modificando la defectuosa ley de partidos y eliminando las normas electorales que debilitan esas organizaciones, como el voto obligatorio y el voto preferencial. Cómo es posible, por ejemplo, que se burle fácilmente la obligación de que los partidos cuenten con “comités de base” permanentes y activos.

Lo más lamentable es que casi todos los políticos que han llegado al gobierno o al Congreso de la República en los últimos tres lustros prometieron hacer tales cambios, y después, estando ya en el poder, simplemente se olvidaron de sus promesas.

Las consecuencias de la ausencia de institucionalidad política las vemos ahora: Abundan los “vientres de alquiler” electorales, y las regiones se han convertido en botín de caudillos inescrupulosos que buscan el poder para medrar de los recursos públicos. Sin partidos verdaderos la sociedad carece de una representación política que fiscalice, y los caudillos tampoco tienen que rendir cuentas por su inconducta a ciudadanos organizados.

Estamos atrapados en un círculo vicioso:  La ausencia de institucionalidad política propicia que los partidos y las agrupaciones independientes sean presas fáciles del caudillismo. Y éste, por su naturaleza autoritaria y antidemocrática, siempre abona los predios de la corrupción. Es lo que estamos viendo en varias regiones donde los caudillos se roban los fondos públicos y, además, bloquean las inversiones que generan desarrollo.

Lo peor es que varios de esos pillos que tanto daño le hacen al país serán elegidos o reelegidos este 4 de octubre. Esto es grave pues las sociedades siguen el ejemplo de sus líderes. Así está el Perú hoy. Aceptémoslo con sinceridad, solo así podrán cambiar las cosas.

Por Víctor Robles Sosa

(30 Set 2014)

Victor Robles Sosa
30 de septiembre del 2014

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