Neptalí Carpio

¿Economía de mercado o economía mercantilista?

Las prácticas populistas del estado peruano

¿Economía de mercado o economía mercantilista?
Neptalí Carpio
05 de enero del 2018

 

La naturaleza de los interminables destapes de corrupción que el Perú vive, si algún efecto debe tener es sobre la creencia de quienes pensaban que en el Perú rige una economía de mercado en el sentido riguroso de la palabra, o lo que otros llaman “neoliberalismo”. La economía realmente existente de nuestro país se rige principalmente por prácticas del mercantilismo y populismo. Un sistema que se ha venido profundizando, no solo por los innumerables casos de corrupción, sino también por diversas normas legales que el Congreso, el Ejecutivo y los gobiernos subnacionales han estado aprobando durante los últimos 20 años.

Solo dos hechos serían suficientes para demostrar aquello. En primer lugar, el descubrimiento de que en el tema de la construcción de los grandes proyectos predominaban, de manera casi absoluta, un gran cartel de cinco o seis empresas, varios de cuyos representantes están hoy entre rejas; algunos de los cuales incluso estuvieron ligados a los medios de comunicación, el sistema bancario y otras actividades. En segundo lugar, la situación extrema de privilegios creada sistemáticamente desde que se aprobó la constitución de 1993, con la aprobación de 250 exoneraciones tributarias. En este caso, no solo se muestra un enorme hueco fiscal que priva al Estado de impuestos para dedicarlos a la educación, salud y seguridad ciudadana, sino que demuestra que un gran sector tiene el privilegio de valerse de mayores rentas, mientras otros sí pagan puntualmente sus tributos.

El mercantilismo no es otra cosa que el aprovechamiento que hacen grupos privados de la ley y del Estado para beneficio propio. Y la corrupción es su expresión mayúscula que, como somos testigos, fue monitoreada desde el Estado brasileño en manos de un partido de izquierda —el Partido de los Trabajadores (PT)— y la empresa Odebrecht. Pero el tema no queda allí, se expresa también en los altos niveles de concentración económica, casi monopolios, en diversos sectores de la economía, tal como ocurre en los medios de comunicación, en el sector alimentos y las AFP, por citar solo tres casos. Y eso no tiene nada de economía de libre mercado. Es una situación similar al mercantilismo que se vivió en Inglaterra, en otros países de Europa y EE. UU. durante los siglos XIX y XX, obligando a diversas medidas y enmiendas constitucionales para promover el libre mercado.

A los izquierdistas y a los ingenuos liberales, que creen que en el Perú rige una economía de mercado, hay que recordarles que las primeras leyes contra el monopolio privado no se dieron en países estatistas o socialistas, sino en EE. UU. y algunos países europeos. No dudamos de que la aprobación de la Constitución de 1993 fue un paso muy importante para superar el estatismo populista que expresaba la constitución de 1979, que igualmente tuvo su mayor crisis durante la galopante inflación y corrupción del primer gobierno de Alan García. Pero poco a poco, de manera sistemática, desde 1993 a la fecha, con la aprobación de decenas de exoneraciones tributarias, programas sociales ineficientes, el crecimiento del tamaño de la burocracia, la concentración económica de carácter monopólico y la extremada desigualdad salarial, tanto en el sector privado como público, la economía peruana ha involucionado y caído nuevamente en manos del mercantilismo.

En la otra cara, de la vigencia del mercantilismo en el Perú, se muestran las prácticas populistas del Estado, a través de programas sociales ineficientes o la existencia del Seguro Integral de Salud (SIS) que tiene cerca de 13 millones de beneficiarios (¡?). ¿Acaso hay esa cantidad de pobres que urgen del sistema de salud estatal? ¿O no es otra cosa que un sistema que vuelve a utilizarse para favorecer a las empresas privadas de salud a cambio de una contraprestación que debe pagarle el Estado, precisamente influenciado por ellas? Ahí se dan la mano el populismo y el mercantilismo.

Hay, por cierto, islas de eficiencia, de alta productividad y crecimiento sano del sector empresarial, como puede comprobarse en la creación de decenas de clusters en la agroexportación, minería y conglomerados económicos. Pero son solo eso, islas, en un océano de mercantilismo y corrupción que ahora satura la opinión pública y la agenda nacional, y que puede llevarnos a una crisis política de mayor dimensión.

 

Neptalí Carpio
05 de enero del 2018

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