La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Como si los peruanos estuviesen obligados a contemplar la misma tragedia del Fenómeno de El Niño del 2017, ahora se observa que se desbordan los mismos ríos que ayer se desbordaron, se activan las mismas quebradas en las alturas de las ciudades, se inundan las mismas ciudades y plazas y colapsan las mismas carreteras, los mismos puentes y sistemas de agua y desagüe. El Estado peruano, uno con los mayores recursos fiscales de la región, deja en evidencia su negligencia, sus ineficiencias e, incluso, su corrupción.
Según el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) las lluvias que empezaron en septiembre pasado ya han dejado 61 muertos, 8 desaparecidos y más de 12,000 damnificados. Igualmente, se advierte que alrededor de 2.8 millones de hectáreas de cultivo están en riesgo por el desarrollo de las lluvias y, por lo tanto, también está en riesgo el abastecimiento de las ciudades.
Luego de las tragedias y desgracias de El Niño de 2017 todo sigue igual. Y es que los gobernantes y políticos estuvieron ocupados en destruir el sistema político a través del referendo, en el cierre inconstitucional del Congreso para centralizar el poder y en las guerras y estrategias políticas para gobernar sin ganar elecciones. Y si la política estaba sumergida en semejantes polarizaciones era evidente que la gobernabilidad no importaba nada. Y menos todavía la reconstrucción de la infraestructura luego de los desastres del 2017.
De allí que la Autoridad para la Reconstrucción Con Cambios (ARCC), con un presupuesto de más de S/ 25,000 millones no avanzara nada en la reconstrucción, mientras se dedicaba a aumentar el gasto corriente. En este contexto, la presidente Boluarte anuncia que enviará un proyecto de ley al Congreso para crear la Autoridad Nacional de Infraestructura, que se encargará de obras emblemáticas para prevenir los desastres naturales en las regiones, de monitorear la prevención y del control de cuencas para evitar huaicos e inundaciones, y también se encargará del mejoramiento de la cuenca del río Rímac. Asimismo, Boluarte anunció la reorganización de la Autoridad de la Reconstrucción con Cambios.
Sin embargo, la pregunta que surge es, ¿en esta ocasión funcionarán las cosas? ¿Es posible, por ejemplo, imaginar un plan de inversiones en obras de reconstrucción y prevenciones con la actual regionalización del país? Vale recordar que 50% de la ejecución del gasto en la reconstrucción estaba en manos de los gobiernos regionales. Sin embargo, en promedio, estas entidades subnacionales apenas ejecutaron el 60% del gasto en prevención.
El fracaso del Estado en la reconstrucción es el fracaso general del Estado en la distribución de la riqueza nacional que aportan las empresas privadas y que han convertido al Estado peruano en uno de los que cuentan con mayores recursos fiscales en la región. De alguna manera el fracaso de la reconstrucción nos revela la gran falla del modelo (la ausencia de Estado), tal como se grita en las protestas de sectores de las provincias del sur.
El modelo no es viable si las empresas y el sector privado crean riqueza y luego pagan impuestos, pero el Estado es incapaz de redistribuir esa prosperidad, lo que ahora se expresa en el fracaso de la reconstrucción. Los políticos y los actores públicos en vez de estar jugando al adelanto electoral y desarrollar la obsesión por controlar el poder, deberían focalizarse en imaginar, en reflexionar, sobre cómo se hace para construir un nuevo tipo de Estado que acompañe el crecimiento y distribuya la renta nacional con eficiencia.
Por ejemplo, necesitamos acabar con el Estado burocrático que lo sobrerregula todo, el Estado que prefiere parar las obras con tal de honrar el procedimiento, el Estado de las aduanas y procedimientos artificiales que, finalmente, es corrupto. Asimismo necesitamos, de una vez por todas, hacer algo con la fallida regionalización, que solo ha extendido las ineficiencias y corrupciones del viejo Estado a las regiones y provincias. O quizá que solo ha revelado la idiosincrasia de las sociedades regionales.
En cualquier caso, el fracaso de la reconstrucción y la violencia que se mantiene en Puno obligan a los peruanos de buena voluntad a abandonar los maquillajes y a construir el nuevo Estado que demanda el crecimiento y el desarrollo. No hay otra.
COMENTARIOS