La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre el CADE y la lucha ideológica
El viejo Marx nunca se equivocó cuando sostuvo que la democracia es el régimen político de la burguesía. La cancelación del Ancien Régime solo fue posible porque había surgido un poderoso sector privado que había logrado identificar sus intereses con los del conjunto de la sociedad. El clásico alemán llamó a la burguesía clase dominante, pero en realidad estaba hablando de una clase dirigente capaz de ganar la hegemonía ideológica, política y cultural, a favor de la democracia y la economía de mercado.
Y, efectivamente, las democracias longevas, sobre todo las de Estados Unidos y el Reino Unido, no se podrían explicar sin el papel de sus clases dirigentes que inundaron la sociedad de una telaraña política e intelectual que construyó la hegemonía social a favor de la libertad. Por ejemplo, Tocqueville, en La democracia en América, se queda absolutamente impresionado del nivel de organización y debate ideológico que había desde la base hacia la cúpula de la naciente democracia estadounidense. Nada de eso se podría explicar sin la voluntad de la burguesía estadounidense de pelear por la libertad.
¿A qué viene todo esto? Esta semana se inicia La Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE), donde los empresarios del Perú reflexionarán sobre la situación del país, con la participación de los líderes políticos, técnicos e intelectuales. Sin embargo, la mayoría de analistas y observadores señala que los candidatos presidenciales buscarán marcar distancias con los intereses empresariales.
En una sociedad que ha reducido la pobreza hasta solo un quinto de su población sobre la base del crecimiento e inversión privada, semejantes aproximaciones deberían sonar más que extrañas. Si el Perú ha venido invirtiendo alrededor del 25% de su PBI, del cual un 80% es aporte privado, ¿cómo se entiende la escasa aprobación del empresariado en el imaginario nacional? Aquí hay una sola explicación: la izquierda, de alguna manera, sigue ganando el debate ideológico de la sociedad.
En las sociedades abiertas con relativa salud es imposible imaginar la libertad sin la presencia de un poderoso y mayoritario sector privado. No es posible. En todo caso, ¿en qué sociedad sin sector privado mayoritario han germinado las libertades? Ni en los países del pasado socialismo real, ni en las teocracias islámicas ni en los regímenes bolivarianos prende la libertad. En esas experiencias el estado parece serlo todo.
A pesar de que el empresariado peruano es quizá el principal protagonista del mayor proceso de inclusión social de nuestra historia republicana sigue arrinconando en la esquina ideológica. En las democracias longevas el empresario exitoso es una especie de héroe, de ícono (Bill Gates, Steve Jobs), que la sociedad admira. Claro que el mercantilismo también es censurado, pero con extremada rapidez se desvincula la censura del empresario competitivo e innovador.
No obstante entonces que ha surgido un sector privado poderoso, mayoritario, y bastante democratizado (allí están los mercados populares y los millones de emprendedores) la idea de empresario sigue demonizada en el Perú. Una estaca clavada en la continuidad de la libertad.
Así como los empresarios se ocupan del crecimiento y las necesarias reformas para encender los motores del progreso también deberían darse un tiempo para pensar en cómo se convierten en clase dirigente.
COMENTARIOS