La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El calendario electoral vigente es un momento privilegiado de nuestra historia
La alternancia en el poder es el fondo y la forma de la democracia. El menos malo de los sistemas de gobierno que la humanidad conoce siempre se pone a prueba con el relevo del poder. Una democracia puede ser la más imperfecta que exista, pero el recambio del Congreso y del Jefe de Estado revela que el sistema tiene la asombrosa capacidad de auto regenerarse.
Esa es la diferencia fundamental de la democracia con los sistemas comunistas y fascistas del siglo XX, con los populismos y autoritarismos tropicales del presente y con las teocracias islámicas que parecer regresar de las nieblas del pasado. Bueno, pues, la democracia peruana es una de las más deficientes que se haya conocido: con desaprobación general de las instituciones, ausencia de partidos políticos, descrédito de las autoridades y ahora con un gobierno que parece chantajeado por Oscar López Meneses.
Las denuncias de este oscuro personaje han llevado a algunos sectores de la oposición a hablar, incluso, de un escenario de vacancia presidencial. Si se comprobara que Ollanta Humala tuvo algo que ver con el ilegal resguardo policial a la casa de OLM y que existe un audio que vincula el levantamiento de Locumba con Vladimiro Montesinos, el sistema avanzaría hacia una crisis de gobernabilidad. Si a esto le sumamos las denuncias de un sector de mineros informales acerca de que ellos habrían financiado la campaña del nacionalismo y la audiencia que estas imputaciones tienen en la oposición, entonces, el asunto se pone negro.
En tales circunstancias, es necesario recordar que una de las virtudes insuperables de la democracia es el relevo democrático y que el Perú está a dos años de la cuarta elección constitucional sin interrupciones Al respecto, también vale recordar que, durante el siglo pasado, el país parecía condenado a vivir una década democrática seguida de otra de dictadura. Ese maleficio institucional hoy parece conjurarse. De allí que los demócratas y libertarios tienen que mirar el cronograma electoral actual como un momento privilegiado de la historia.
Jalar la pita por jalar, como se dice, alrededor del asunto López Meneses implica poner en riesgo ese proceso y jugar con el fuego que pretende lanzar un sombrío personaje como OLM, quien acusa a diestra y siniestra.
Nadie le pide a la oposición que deje de investigar y sancionar, pero en la política todo tiene su momento. Luego de que la administración humalista archivase el proyecto de reelección conyugal ante una mayoría nacional que se opuso claramente, y después de encarpetar los ensayos autoritarios, el gobierno está aislado, frágil. En ese contexto, algunos sectores de oposición pretenden radicalizar su oposición como una manera de representar el descontento de la ciudadanía. Legítima estrategia. Nadie lo discute.
Pero los demócratas y los políticos de buena voluntad deben subordinar cualquier objetivo a la necesidad de garantizar el recambio de gobierno. Cualquier estrategia que no tome en cuenta este escenario le hace el juego a los abismos por donde suele avanzar la democracia peruana. Como ya se ha sostenido en este espacio, una democracia saludable no solo requiere de un buen gobierno sino de una buena oposición.
Ahora que vemos al fujimorismo empeñado en extremar el perfil opositor habría que recordar que el anti-fujimorismo se mantiene porque una parte del electorado duda de las credenciales democráticas del fujimorismo. Al margen de que el nacionalismo se lo merezca o no, desarrollar una leal oposición dentro del sistema democrático es una de las mejores cartas para demostrar que ha surgido un nuevo fujimorismo y para terminar con la vigencia de los anti.
El fujimorismo, el aprismo y los demás sectores de la oposición no solo tienen la responsabilidad de desarrollar estrategias electorales victoriosas, sino -aunque parezca injusto ante tanta agresión oficialista- también de acompañar a este régimen para que entregue la posta el 2016.
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