Editorial Política

¿Son posibles los acuerdos nacionales en Perú y la región?

Reflexiones sobre la crisis política de la democracia latinoamericana

¿Son posibles los acuerdos nacionales en Perú y la región?
  • 02 de febrero del 2024

Desde el punto de vista del buen análisis político, las crisis políticas nacionales en Perú, Chile y Colombia, por ejemplo, deberían ser abordados buscando grandes acuerdos nacionales en los que las fuerzas políticas –la derecha, el centro y las izquierdas– converjan alrededor de objetivos nacionales que afirmen la institucionalidad, el crecimiento y la reducción de pobreza en los señalados países. 

De alguna manera en las sociedades que alcanzaron el desarrollo –sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido– siempre hubo una gran unidad en torno a objetivos nacionales. De alguna manera también –antes de la evidente involución de los últimos años– los pactos nacionales en España y Chile que posibilitaron construir comunidades políticas entre sectores abiertamente enfrentados, incluso en medio de guerras civiles, se convirtieron en paradigmas en el mundo iberoamericano.

Sin embargo, imaginar hoy acuerdos nacionales entre españoles y chilenos parece una ilusión. ¿Por qué? A nuestro entender, las izquierdas en general, en vez de utilizar la democracia y el sistema republicano para superar todos los rezagos ideológicos de la Guerra Fría, actuaron en la institucionalidad para, como se dice, dar un paso atrás y luego dar dos adelante. El artificial momento constituyente en Chile y la ruptura de los pactos del PSOE en España revelan ese camino.

Hoy entonces los acuerdos nacionales en América Latina no parecen posibles por la evidente e incuestionable involución de las izquierdas. En los discursos y los programas de la izquierda en Perú, Chile y Colombia se cuestiona la institucionalidad democrática, proponiendo instalar una asamblea constituyente para refundar los países en base a una economía colectivista y anticapitalista. Se propone un nuevo tipo de “república” basada en “la representación identitaria” de la sociedad que hace trizas el concepto de democracia representativa con que se fundaron las repúblicas modernas. Lo ultra, lo intransigente, pues, solo proviene del lado de las izquierdas. Desde los predios de la derecha no se conocen intentos de refundar las sociedades.

En el Perú sucede lo mismo, tal como lo observamos durante el gobierno de Pedro Castillo, cuando el Ejecutivo gobernó en contra de la Constitución, los tratados internacionales e intentando nacionalizar los recursos naturales. Finalmente, como resultado natural de ese proceso allí está el golpe fallido de Castillo que las instituciones civiles y militares, y la mayoría de los peruanos derrotaron.

Sin embargo, en el Perú debe agregarse el predominio de un progresismo, del fenómeno llamado caviar, que en las dos décadas de democracia, promovió la guerra de autodestrucción nacional entre fujimoristas y antifujimoristas, evitando que el país afirmara su institucionalidad y, finalmente, se acercara al desarrollo, tal como se pronosticaba a inicios del nuevo milenio. Una guerra y una polaridad política que desencadenó una de las judicializaciones de la política más brutales de la región, en que se arrinconaron a los políticos y partidos anticomunistas, posibilitando la llegada de Castillo al poder.

Algo más. Una de las cosas que impide el desarrollo de un acuerdo nacional en el país es que el progresismo nativo no suele organizar partidos, presentar programas ni competir en elecciones, más allá de algunas experiencias ocasionales. No hay entonces un interlocutor válido entre las corrientes progresistas, de gran influencia en los medios de comunicación social. Se trata, pues, de un movimiento político que pelea la conducción del Estado y las instituciones, pero que se resiste a formar partidos y a construir liderazgos y representaciones.

A pesar de que la involución ideológica de las izquierdas imposibilita los acuerdos nacionales, el deber de los demócratas y republicanos siempre será insistir en las convergencias que demanda la construcción republicana. Por otro lado, la mejor manera de aislar a la ultraizquierda y todas las corrientes totalitarias siempre será la promoción de acuerdos nacionales, a los cuales se opondrán abiertamente con el objeto de refundar a la sociedad.

  • 02 de febrero del 2024

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