La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Paradójicamente, la desaceleración económica desata reformas vitales relegadas
La desaceleración económica ha producido diferentes diagnósticos y recetas que formarán parte de la agenda de las elecciones del 2016. Uno de ellos señala que el modelo no funciona por su excesiva dependencia de los precios de los commodities y aconseja además que, ante la lentificación de la economía mundial, el Estado vuelva a dar la hora dirigiendo la “diversificación” de las industrias y expandiendo el gasto contra cíclico.
El otro diagnóstico señala que el frenazo económico se explica, principalmente, por los constantes disparos que hemos hecho a nuestros propios pies: un Presidente que enviaba malas señales a los mercados, sobrerregulaciones que ahogan a los ciudadanos y empresarios, conflictos socio ambientales promovidos por el ecologismo radical que han terminando paralizando inversiones en minería, petróleo y energía.
Ya sabemos que el estatismo rearma sus argumentos, pero ahora nos interesa subrayar una interesante reacción que se nota en el Estado como producto de los debates y consensos que se empiezan a gestar en el espacio público. Por, ejemplo, el ministro de Economía, Alonso Segura, acaba de anunciar la segunda parte del cuarto paquete reactivador que contendría una disminución del impuesto a la renta y una flexibilización del régimen laboral. De concertarse el anuncio, estaríamos ante tremenda noticia y, de una u otra manera, una reacción constructiva frente a la desaceleración económica.
El razonamiento detrás de la propuesta de Segura es simple, pero poderoso: el Estado tiene que dejar de ahogar a los ciudadanos, a las empresas y a la iniciativa privada en general. A diferencia de quienes señalan que la presente desaceleración es un fracaso del modelo, las iniciativas del MEF nos dicen que es hora de devolverle a la sociedad, a los privados, capital y liquidez para que se vuelvan a encender los motores de la economía. Es una manera de reconocer una de las claves del milagro económico peruano de las últimas décadas: del total de la inversión en el país, más del 80% le pertenece al aporte privado. Una inversión que venía creciendo por encima del 25% del PBI, pero caerá a cero en el 2014.
Algo más. Si bien las medidas mencionadas son insuficientes para desencadenar un movimiento formalizador en el país, es evidente que tendrían un enorme impacto en las grandes batallas que tenemos librar contra la informalidad.
Pero no solo se trata del MEF. En diversos sectores se nota como una movilización efectiva contra la desaceleración. En Energía y Minas, por ejemplo, se acaba de aprobar un reglamento de inversiones mineras e hidrocarburos que elimina sobrerregulaciones promovidas por el extremismo ambiental. Otra tremenda noticia. Igualmente, comienzan a surgir propuestas audaces para resolver el déficit de infraestructura que AFIN calcula en US$ 88,000 millones.
Pero quizá donde se aprecia mayores vientos reformadores sea en el sector Educación. La gestión de Jaime Saavedra se ha decidido por recuperar el camino meritocrático en la reforma educativa, que había sido sepultada por la ex ministra Salas. Se han anunciado políticas de nombramiento de directores, convocatorias a concursos para docentes y 1,800 millones de inversión en Asociaciones Públicas Privadas en infraestructura.
Es decir, muy buenas noticias bajo las enormes sombras de la desaceleración. Solo faltaría buenas nuevas con respecto al Poder Judicial y el sistema de justicia y cualquiera se atrevería a decir que, paradójicamente, la desaceleración económica está impulsando las reformas que necesita el el país para seguir creciendo en los nuevos contextos internacionales. Como ya se sabe, toda crisis tiene su día y su noche. Produce a los reformadores que miran el futuro y a los pasadistas que resucitan la vieja fórmula estatista. Saludemos, pues, a los reformadores.
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