La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿Qué estamos haciendo para enfrentar fenómeno El Niño?
Un informe de la empresa calificadora de riesgos Moody’s acaba de advertirnos que el Perú sería el país más afectado económicamente por la inminencia de un nuevo fenómeno El Niño, que tanto daño nos ha causado en años anteriores. La pregunta es ¿Qué estamos haciendo para encarar esta nueva amenaza contra nuestra economía y nuestra seguridad?
Para tener una idea de la magnitud de la amenaza, recordemos que El Niño de 1982-1983, desató lluvias torrenciales que arrasaron con 20 mil viviendas, la mayor parte de nuestra infraestructura vial, de riego y de servicios básicos (redes de agua y desagüe). A la vez produjo una espantosa sequía que azotó el sur andino y el altiplano. Como consecuencia de todos estos males se incrementaron la mortalidad y la migración del campo hacia las ciudades.
La economía fue duramente golpeada, en particular el agro y la pesca. Solamente los agricultores piuranos perdieron el 62% de su producción por las inundaciones y la alteración del clima. La producción pesquera cayó en 65% como consecuencia de la migración de la anchoveta y los graves daños que sufrieron las plantas procesadoras, las embarcaciones y las plantas de hielo por efecto de los maretazos y fuertes vientos que acompañaron a las lluvias.
Las inundaciones fueron catastróficas para los habitantes de las partes bajas de las ciudades de Piura y Tumbes, donde las aguas se estancaron por meses destruyendo las pistas y las redes de agua potable y electricidad, convirtiéndose además en fuente de enfermedades infecciosas.
¿Por qué la destrucción fue tan enorme? Sobre todo porque entonces era imposible pronosticar la magnitud del Niño que se avecinaba, y como consecuencia de ello el Estado no tomó las previsiones del caso necesarias. Y después del desastre, el Estado tampoco pudo dar una respuesta efectiva porque el país arrastraba la crisis económica que empezó en 1975 como consecuencia de los enormes déficits generados por el modelo económico estatista.
Aquella dolorosa experiencia sirvió para encarar de manera diferente otro Niño en 1997-1998. El Estado tomó a tiempo previsiones que mitigaron en gran medida los efectos del fenómeno. A mediados del 97 (las lluvias empezaron en diciembre), se iniciaron los trabajos de limpieza de los cauces de los ríos, construcción de defensas ribereñas y de canales para derivar las aguas de las lluvias hacia los desiertos, se dotó a Piura y Tumbes de numerosos equipo de bombeo para evacuar el agua de las partes bajas, etc. En la fase post-Niño, se recuperaron pronto los daños a la infraestructura gracias a que el país ya tenía una economía estable y saneada.
De repetirse este año El Niño, el impacto será inevitable en la economía, tal como afirma Moody’s, por los efectos en la pesca y el agro. Las lluvias afectarían sobre todo las plantaciones de paltas, mangos y plátanos, y la sequía al trigo el maíz y el arroz. Pero el daño a la infraestructura podría ser remontado con el fondo de contingencias de cerca de 10,000 millones de soles, que hoy tenemos gracias al crecimiento económico. Según Apoyo Consultoría, si El Niño es igual al del 97-98, las pérdidas totales serían de US$2,000 millones.
El mayor problema es cómo mitigar los efectos destructivos sobre la población. Es aquí cuando reparamos que el Estado ineficiente es el mayor obstáculo que impide enfrentar el desastre. Por ejemplo, Piura ha solicitado un fondo de 216.5 millones de soles para ejecutar 115 proyectos de prevención, pero el Ejecutivo no la atiende. La Libertad no ha presentado hasta ahora ni un solo proyecto de inversión contra la amenaza. Y Lambayeque ha aplazado hasta agosto las obras preventivas por demoras en “aprobar los expedientes técnicos”.
El enemigo, una vez más, es la tramitología. Ante la gravedad de la amenaza, el Ejecutivo debería promover de urgencia una legislación que lo libere de los candados burocráticos para enfrentar El Niño. O lo hace, o al final de su gestión tendrá que asumir un alto costo político por no haberlo hecho. No hay nada más cierto: Los problemas excepcionales se resuelven con medidas excepcionales.
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