La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El Perú ha comenzado a ser una sociedad que aumenta pobreza, y si las cosas no cambian es incuestionable que el 2026 se desarrollarán las primeras elecciones nacionales –en las dos últimas décadas– con aumento de este flagelo. Es casi seguro que un tercio de la población estará afectado por esta lacra social. En este contexto, ¿cuáles serán las posibilidades de las propuestas antisistema que buscan instalar una asamblea constituyente para redactar una Carta Política anticapitalista? Enormes, por decir lo menos.
El aumento de la pobreza, como todos sabemos, tiene que ver con el bajo crecimiento de la economía. Desde el 2014 la economía nacional dejó de crecer sobre el 5%; y no solo el crecimiento se lentificó, sino también la reducción de pobreza. Luego del Gobierno de Pedro Castillo el incremento de este flagelo se convirtió en una tendencia real en la sociedad.
Sin embargo, si miramos las cifras con atención, desde el Gobierno de Humala los motores de la economía comenzaron a detenerse. ¿Por qué? En términos generales porque el país se negó a seguir desarrollando reformas. Muy, por el contrario, el Perú comenzó una peligrosa involución que, de una u otra manera, llevó al poder a Pedro Castillo.
Luego de las reformas de los noventa –que cancelaron el Estado empresario, desregularon los mercados y precios y liberalizaron el comercio– el país cuadriplicó su PBI y redujo la pobreza como nunca en la historia republicana. El crecimiento y la expansión de las clases medias transformó al país de una sociedad pobre a una de ingreso medio. De pronto, era imposible seguir pagando salarios bajos –la principal ventaja competitiva de una sociedad de ingreso bajo– y nuestra economía no se había diversificado lo suficiente para competir en los mercados globales. En ese momento una segunda ola de reformas se convirtió en asunto de vida o muerte para el modelo. De lo contrario, sobrevenía la involución hacia el colectivismo y el Estado empresario, tal como sucede hoy.
El Perú necesitaba organizar un Estado pequeño y eficiente, simplificado de cualquier procedimiento innecesario. También necesitaba una reforma de la educación y de la salud para desarrollar un capital humano calificado y apto para la innovación, sobre todo tecnológica. Asimismo, el país estaba urgido de solucionar los graves problemas de infraestructuras. Igualmente necesitaba una reforma tributaria y otra laboral para avanzar en la formalización de la economía y del empleo.
No obstante, la guerra cultural e ideológica que desarrollaron las corrientes colectivistas, comunistas y colectivistas en las últimas décadas, ganó el favor de la mayoría de la sociedad y el país comenzó una devastadora involución. El empresariado y la inversión privada fueron demonizados como los causantes de los males nacionales. La consecuencia: el Estado se llenó de procedimientos interminables, de sobrerregulaciones absurdas, que aplastaron las iniciativas de la sociedad, de los ciudadanos y de los empresarios. El ecologismo radical en vez de denunciar la falta de desagües en las ciudades (que contaminan todos los ríos y el océano del Perú), se dedicó a inventar leyendas y mentiras contra la minería moderna, que solo consume el 1% del total de agua. El Ministerio del Ambiente se volvió en el principal enemigo de la inversión en recursos naturales.
Asimismo, la reforma de la educación se convirtió en espacio de propaganda de la ideología progresista de género, antes que el desarrollo de una reforma meritocrática de la docencia para promover la innovación. Ni qué pensar en una reforma tributaria y laboral, cuando las izquierdas propagandizaban el aumento de impuestos y la explotación de los trabajadores. Al contrario: se planteaban más aumentos de tributos y más estabilidad laboral.
En este contexto, el Perú se frenó en sus reformas y era inevitable que sobrevenga el frenazo de la economía. El mismo fenómeno se repite en América Latina por la acción de las izquierdas del continente, que han paralizado todas las reformas pendientes. De esta manera el Perú y toda la región comienza a perder todo lo acumulado en las últimas décadas. Las economías se frenan y la pobreza vuelve a aumentar.
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