La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Cuando los cables internacionales envían los despachos y las fotografías del encuentro entre Pedro Castillo y Gabriel Boric en Santiago de Chile, es inevitable señalar que ambos mandatarios son los responsables de la paralización y la destrucción de dos de las economías más dinámicas e inclusivas del mundo emergente, a tal extremo que ambas experiencias se consideraban como verdaderos milagros económicos.
Chile es el primer productor mundial de cobre con más de cinco millones de toneladas métricas de cobre (TMC), y el Perú es el segundo con más de 2.5 millones de TMC. El 2022 el precio de la libra del cobre –en el primer semestre– alcanzó niveles históricos y las recaudaciones de ambos países se incrementaron como nunca. Sin embargo, a pesar de todos estos vientos a favor, las economías de los dos países, que antes eran calificados como los “pumas” sudamericanos, han entrado en un proceso de peligrosa ralentización.
Por ejemplo, en este año el PBI de Chile apenas crecerá el 2%. Sin embargo, para el 2023 todos los organismos multilaterales proyectan una contracción entre 1.5% y 0.55%. Es incuestionable que esta situación se explica por la caída de la inversión privada. El Banco Central de Chile proyecta una caída de la inversión de más de 3% para este año y casi de 5% para el próximo. El golpe para el futuro de los chilenos no es un asunto circunstancial. Desde la convocatoria de la constituyente, pasando por la elección de Boric y el rechazo de la propuesta de la convención constituyente, se calcula una fuga de capitales de alrededor de US$ 20,000 millones.
En el Perú, igualmente, las cosas están extremadamente complicadas. Para este año se proyecta un crecimiento del PBI de menos del 3%, y para el 2023 se calcula una expansión económica de menos de 2%. Al igual que en Chile, la causa principal de la lentificación de la economía peruana es la caída de la inversión privada. Este año la inversión del sector privado crecerá cero y el próximo año se desplomará. Como en el país del sur, el daño causado por el Gobierno de izquierda no es coyuntural, porque se calcula que hay una fuga de capitales de más de US$ 15,000 millones.
Cuando se habla de que Perú y Chile eran verdaderos milagros económicos no es una frase que se lleva el viento. Desde las reformas económicas del gobierno militar, el PBI chileno se cuadriplicó y la pobreza se redujo de más del 70% de la población hasta menos de 8% antes de la pandemia. La sociedad mapocha se convirtió en una con las clases medias más extendidas y más consolidadas de la región. Igualmente en el Perú, desde las reformas económicas de los noventa, el PBI se triplicó y la pobreza se redujo del 60% de la población a 20% antes de la pandemia.
Todo el proceso de reducción de pobreza y la expansión del bienestar se ha detenido con la llegada de los gobiernos de izquierda de Castillo y Boric y el lanzamiento de los proyectos de las asambleas constituyentes. Semejantes conclusiones representan una verdad incuestionable.
Quizá en la destrucción de la prosperidad y el proceso de reducción de pobreza resida el talón de Aquiles de los proyectos colectivistas, comunistas y progresistas en la región. Finalmente, una cosa es llegar al poder en sociedades con recesión, inflación y constante aumento de pobreza y otra bien diferente es detener los mayores procesos de inclusión social de Chile y Perú de toda sus respectivas historias republicanas.
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