La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre el optimismo de Obama respecto al Perú y el pesimismo que crece entre los peruanos. Esta semana, en el Perú se experimentó un intenso contraste con respecto a la imagen que el mundo tiene de nuestro país y la sensación de pesimismo que parece extenderse en nuestra sociedad frente a la desaceleración de la economía y del ritmo de reducción de pobreza. En Estados Unidos, a propósito de la entrega de las credenciales de Miguel Castilla como embajador de nuestro país en el gigante del norte, Barack Obama dijo que el Perú es la envidia del mundo por su crecimiento económico. De otro lado, en el ranking 2014 del Instituto Fraser sobre países atractivos para la inversión minera, el Perú figura en el puesto 30 de 112 no obstante que el año anterior fue ubicado en el lugar 37. En el índice de potencial de mejores prácticas mineras, el país alcanzó la ubicación 7 pese a que el 2013 estuvo en el 19. Los avances son, pues, realmente significativos. Pero ¿cómo explicar estos logros a pesar de las decenas de proyectos mineros, petroleros y de energía paralizados? Parece que la medidas que ha asumido el gobierno para destrabar las inversiones en recursos naturales, sobre todo, mediante la eliminación de las sobrerregulaciones para aprobar los Estudios de Impacto Ambiental (EIA) explicarían las mejoras. Sin embargo, la pregunta es pertinente: ¿Por qué el mundo nos contempla con tanto optimismo no obstante que la desazón crece entre los peruanos? Todo parece indicar que las reformas de los noventa fueron tan poderosas para la expansión económica y el incremento de la productividad que el país alcanzó un potencial de crecimiento por encima del 6.5% del PBI y una impresionante reducción de pobreza del 60% de la población al 23% de ahora. De esa fortaleza macroeconómica, del bajo nivel de deuda pública y de la buena posición de nuestras reservas proviene la admiración del mundo y causa un marcado contraste con el pesimismo que parece extenderse en el país. No obstante, el magro crecimiento del 2014 de 2.35% del PBI nos indica que las reformas de los noventa ya no son suficientes para mantener ese potencial de crecimiento. De allí que el Banco Central de Reserva y los economistas serios hayan comenzado a estimar una considerable baja de nuestro potencial que hoy se situaría en alrededor del 4%. Las reformas de los noventa no fueron continuadas por otra generación de reformas que le permitiera al Perú mantener sus niveles de crecimiento. El deterioro institucional del país explica la paralización de decenas de proyectos de inversión en recursos naturales que habrían mantenido los niveles de crecimiento económico. El déficit de infraestructura, las necesarias reformas en salud y educación, de una u otra manera, son la causa de la falta de diversificación e innovación de nuestra economía que, si bien es la más compleja de nuestra historia, debería estar en niveles diferentes habida cuenta los niveles de crecimiento de las últimas décadas. El Perú entonces atraviesa una paradoja que nos debería señalar una actitud y un camino. Las reformas de los noventa fueron tan audaces que impulsaron la economía en las últimas décadas, principalmente, porque el Estado se retiró de la economía y permitió que la iniciativa privada y ciudadana se desplegaran como fuerza principal de la expansión económica. Si queremos recuperar velocidad, niveles de crecimiento y de reducción de pobreza, entonces, la audacia reformista es el juego. Sigamos destrabando la economía para que otra vez se despliegue la iniciativa privada. 26 - Feb - 2015
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