Editorial Política

Palacio gana puntos

Palacio gana puntos
  • 18 de agosto del 2014

¿Qué razones explican el alza de la aprobación del gobierno en las encuestas?

En la encuesta nacional urbana de El Comercio e Ipsos de agosto, luego de varios meses de sequía, el régimen humalista vuelve a recuperar puntos de popularidad. Ollanta Humala sube de 25% a 29% de aprobación, Nadine Heredia de 28% a 32%, y la jefa del Gabinete, Ana Jara, es bendecida con el 27% de respaldo en tanto que un 42% señala que el Congreso debería otorgar el voto de investidura a los ministros. Pero he aquí lo sorprendente: Daniel Urresti trepa de 25 a 42% de aprobación. ¿El titular del interior es el autor del milagro nacionalista?

Es evidente que el incremento de la popularidad palaciega no se podría explicar sin el estilo histriónico y de “guerra mediática” de Urresti contra el desborde social de la delincuencia. Allí están las cifras. Es como si Urresti estuviera creando una “percepción diferente” del problema: el régimen reconoce la gravedad de la crisis y “ha entrado con todo a solucionarlo”. Como ya lo dijimos, en la medida que Urresti no ha planteado una sola reforma para la policía y nuevas políticas para el sistema de justicia, todo es como un globo que reventará muy temprano. Sin embargo, ¿el incremento de la aprobación solo se explica por Urresti? De ninguna manera.

Las declaraciones de Ana Jara y de la propia Nadine Heredia en el sentido de que no hay ninguna posibilidad de tentar una eventual reelección conyugal, porque las leyes electorales no lo permiten, han tenido el efecto de un bálsamo mágico para el régimen, pues le devuelven cordura y predictibilidad. Si a esto le sumamos el anunció de Jara acerca de que ha terminado la desgastante e innecesaria polarización es posible señalar que, en el gobierno, se están haciendo esfuerzos para entrar a un mejor momento de la gobernabilidad. También juega su partido el aumento del gasto estatal, aunque en menor medida.

Puede que todo sea un amague para las plateas con el objeto de conseguir el voto de investidura del Gabinete, pero al margen de las intenciones, la gente valora el gesto y comienza a mirar con otros ojos los esfuerzos gubernamentales. Así es la política, para bien o para mal.

El presidente Ollanta Humala debería recordar que encabeza una administración privilegiada en cuanto a popularidad. El jefe de Estado gozó de una de las lunas de miel más prolongadas de los últimos gobiernos democráticos, llegando a tener cerca de 60 puntos de aprobación. La ciudadanía valoraba sobremanera la decisión de mantener la institucionalidad democrática y la economía de mercado, no obstante el programa chavista que el nacionalismo presentó en la primera vuelta del 2011 y, no obstante también, las tradiciones autoritarias y anti mercado que había cultivado el Mandatario.

Sin embargo en Palacio se interpretó que esa popularidad era un cheque blanco para intentar un zarpazo contra la economía libre y la democracia. Se intentó restablecer el monopolio de los combustibles mediante la compra de La Pampilla y controlar instituciones tutelares con la llamada “repartija”. Y se volvió evidente e incuestionable la voluntad de presentar la candidatura de Heredia. Cuando la gente se dio cuenta de esas intenciones, la aprobación palaciega comenzó una caída libre que obligó a la administración humalista a retroceder en todas las líneas.

Claro que todos los errores políticos y amagues autoritarios le hicieron un daño terrible al país: la desconfianza empezó a apagar la estrella económica de América Latina y la desaceleración económica irrumpió en el escenario.

No obstante los vacíos y timideces gubernamentales en crear un clima a favor de la gobernabilidad y en la lucha contra el frenazo económico, la gente valora la voluntad de rectificación. En ese contexto, el histrionismo mediático de Urresti es observado como un intento positivo de enmendar las cosas. Allí están los puntos de aprobación ganados.

Pero si los ciudadanos se vuelven a desengañar percibiendo que todo es un simple gambito en espera de mejor momento, que se trata del antiguo un paso atrás para dar dos adelante, que enseñaba Lenín a sus cachorros, entonces, la caída de la popularidad será brutal y el régimen enfrentará su peor crisis de gobernabilidad. El pueblo es generoso, pero severo ante la persistencia de la criollada.

  • 18 de agosto del 2014

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