Nueva mesa directiva del Congreso, y el sistema republicano continúa

La mayoría de las bancadas de la centro derecha, aplicando el viejo principio que señala que la división del enemigo es el principio de la victoria, acaba de ganar la elección de la mesa directiva del Congreso. De esta manera se ha garantizado la continuidad del proceso republicano en el Perú. La lista conformada por Alianza para el Progreso, Fuerza Popular y Avanza País, en alianza con Perú Libre, logró sumar 77 votos y elegir como presidente del Congreso a Alejandro Soto, como primer vicepresidente a Hernando Guerra García, como segundo vicepresidente a Waldemar Cerrón y en la tercera vicepresidencia a Roselli Amuruz Dulanto. 

La lista conformada por las diversas izquierdas y los sectores progresistas apenas sumó 39 votos.

El presidente del Congreso y el primer vicepresidente juraron en defensa de la Constitución de 1993, y para todos quedó absolutamente claro que la sucesión constitucional en el sistema republicano está alineada y comprometida en la defensa de la Constitución y el Estado de derecho. Cerrón, en la tercera vicepresidencia, cargo que no forma parte de una eventual sucesión, ya sea en el Ejecutivo o en el Congreso, juró por la asamblea constituyente. Amuruz en la tercera vicepresidencia también juró en defensa del texto constitucional.

Cualquier estrategia o táctica política aconsejaba proceder tal como actuaron la mayoría de los partidos de la centro derecha: evitar a cualquier costo que las bancadas comunistas y progresistas se hicieran de la conducción de la mesa directiva y se ubicaran en la línea de sucesión constitucional del Perú. En este contexto, en medio de la dispersión y fragmentación de las izquierdas y las derechas, era absolutamente posible aplicar el aserto de la guerra acerca del “divide y vencerás”. Y, efectivamente, la centro derecha logró atraer a Perú Libre y le restó cualquier posibilidad a una convergencia entre comunistas, populistas y progresistas que hubiese podido formar mayoría.

A nuestro entender, si las bancadas de la centro derecha ignoraban el momento político crucial del sistema republicano y relativizaban la elección de la nueva mesa directiva del Legislativo de nada hubiese servido haber detenido el proyecto de la asamblea constituyente de Pedro Castillo y del eje bolivariano, de nada también hubiese servido derrotar el golpe fallido de Castillo y enfrentar las olas insurreccionales del verano pasado. ¿Por qué? En el acto, una mesa directiva de Congreso encabezada por las izquierdas, el comunismo y el progresismo habría resucitado la guerra entre el Ejecutivo y el Legislativo, creando un gran vacío de poder en el sistema que, inevitablemente, desembocaría en el caos y la anarquía.

Al respecto vale recordar que las bancadas comunistas nunca han renunciado a su proyecto de constituyente, un objetivo que solo puede concretarse mediante una convulsión social y anarquía general. Igualmente vale anotar que los sectores progresistas en las últimas tres décadas construyeron todos los relatos (entre ellos el de la polarización fujimorismo versus antifujimorismo) que posibilitaron llegar al poder a Pedro Castillo, el peor candidato de la historia republicana. Sin esos relatos Castillo y Perú Libre ni siquiera hubieran imaginado llegar a la casa de Pizarro. Ahora esos mismos sectores progresistas nos señalan que los resultados de las encuestas con respecto al Ejecutivo y el Congreso obligan a adelantar elecciones. La irresponsabilidad del progresismo y su capacidad de promover el caos y la anarquía no difiere mucho de las bancadas comunistas.

La nueva mesa directiva del Congreso, pues, representa un paso alentador en el proyecto de mantener la estabilidad e institucionalidad democrática. Y por supuesto, también en el objetivo de mantener el modelo económico y relanzar el crecimiento de la economía.

Sin embargo, los dilemas de la nueva mesa no solo estarán en cómo mantener la colaboración Ejecutivo y Legislativo sin renunciar a controlar políticamente los yerros y excesos del Gobierno, sino también en decidir si se administra la actual crisis o se inicia una ola de reformas que transformen el sistema político y relancen el crecimiento económico en base a la inversión privada y el proceso de reducción de pobreza.