Editorial Política

Nuestra segunda liberación

Nuestra segunda liberación
  • 12 de septiembre del 2014

Dos décadas después de la captura de Abimael Guzmán y la derrota de Sendero

El Perú conmemora hoy 20 años de la captura de Abimael Guzmán luego de una impresionante movilización campesina en la sierra contra el colectivismo maoísta y el sofisticado trabajo del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la policía nacional. La derrota de uno de los movimientos terroristas más letales del planeta se logró mediante una movilización campesina inédita en América Latina -según algunos solo en la Revolución mexicana hubo una participación campesina superior- y a través de un trabajo de inteligencia de la policía que sorprendió al planeta entero: Guzmán y la cúpula senderista fueron capturados vivos.

En la gesta popular contra el colectivismo terrorista y en el trabajo impecable de la policía se expresa la característica de una de las guerras contrasubversivas más democráticas del continente que, sin embargo, fue desvirtuada por la izquierda. Se pretendió presentar hechos aislados de violación de DDHH como una estrategia sistemática contra el terror. La movilización contra el colectivismo maoísta no solo se desarrolló en el campo, sino también en la ciudad, en los barrios pobres y ricos ,y en los sectores mesocráticos. Sin temor a equivocarse se puede sostener que fue la primera gran guerra nacional que unió a los peruanos. De allí que sea apropiado sostener que la captura de Guzmán y la derrota del terrorismo representa nuestra segunda gran liberación nacional. La primera fue la victoria sobre el colonialismo español. El 12 de septiembre de 1992 cayó Abimael Guzmán y nuestro país empezó a labrar en paz la libertad y el bienestar que hoy disfrutamos.

Aquel día histórico,  el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la policía antiterrorista (Dircote), liderado por el coronel Marcos Miyashiro, le dió la estocada final a SL al capturar a Guzmán y a la cúpula de esa organización terrorista, que en 1980 desató un baño de sangre que se prolongó más de una década.

En 1991, Guzmán y sus principales secuaces ordenaron a bombardear Lima en un intento desesperado por tomar el poder. Utilizando el terror buscaron desatar el caos y derribar al gobierno a punta de dinamita. La ofensiva senderista  fue tan violenta que en Estados Unidos se pensó que SL tomaría el poder en 1993. El Perú, que se encontraba atrapado entre la pobreza extrema y el terrorismo, fue considerado entonces un país inviable.

Sin embargo, el bombardeo de Lima buscaba ocultar un hecho crucial: SL ya había sido derrotados en la sierra por los campesinos organizados en  Comités de Autodefensa (CAD). Así, mientras Lima soportaba las bombas, Ayacucho, Apurimac y Huancavelica ya estaban pacificados y las columnas senderistas habían huido al Huallaga, la selva central y al norte.

Miles de campesinos murieron combatiendo a SL o fueron asesinados a sangre fría por hacer resistencia pacífica  El pueblo se rebeló temprano contra Sendero, a fines de 1981, en las comunidades ayacuchanas de Iquicha, que se alzaron en armas porque SL asesinó a sus dirigentes, pero también para defender su propiedad y sus mercados.

Tras ingresar a las comunidades, los fanáticos maoístas despojaron a los comuneros de parte de sus tierras, para dárselas “al partido”, asesinaron a autoridades y comerciantes, abolieron las fiestas patronales y prohibieron usar la moneda y comerciar en las ferias de los valles. En otras palabras, Sendero impuso una dictadura absoluta y el pueblo se rebeló.

Fueron largos años de lucha solitaria, sacrificada e incomprendida, en los que el Perú oficial les dio la espalda. La prensa de izquierda incluso los llamó “paramilitares” para negar el carácter popular de la resistencia a SL. Recién en 1991 el Estado reconoció a los CAD y formalizó una alianza con ellos. A partir de allí, el pueblo armado y apoyado por las fuerzas armadas arrasó con los últimos reductos senderistas en la sierra, la selva central y el Huallaga, sellando la victoria. Lo que quedó de SL se replegó al VRAE y a lo más profundo del Huallaga. El país recobró así la paz que le permitió reconstruir su economía.

Pero la resistencia popular a SL también se dio en la ciudad, donde numerosos dirigentes populares, como Maria Elena Moyano, Pascuala Rosado, Pedro Huilca, entre otros, fueron asesinados por los terroristas por negarse a someterse a la voluntad de Guzmán.

En este portal reconocemos el heroísmo de nuestros campesinos de los CAD, y de los dirigentes populares de Lima que dieron sus vidas por la democracia y la libertad. Les rendimos nuestro homenaje sentido y hacemos votos porque el Estado y la sociedad hagan justicia dándoles el lugar de honor que les corresponde en nuestra historia, en la que algunos intereses mezquinos e ideologizados han pretendido reducirlos al papel de simples víctimas.

Vayan estas líneas dedicadas sobre todo a los jóvenes hijos de nuestros héroes y mártires, y a la juventud peruana, para que tengan siempre presente que la paz, la libertad y la democracia que hoy tenemos nos costó mucha sangre, y por eso debemos preservarlas.

  • 12 de septiembre del 2014

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