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Unos de los principales objetivos de las propuestas antisistema y de las corrientes colectivistas y comunistas es convocar a una asamblea constituyente con un objetivo central: modificar el régimen económico y redactar una constitución anticapitalista.
Si Verónika Mendoza pretende aumentar el gasto público hasta quebrar al Estado y la economía nacional, con el objeto de desatar una ola de estatizaciones, solo podría hacerlo eliminando el rol subsidiario del Estado frente al sector privado y borrando cualquier rastro de la autonomía del Banco Central de Reserva, consagrados en la Constitución. ¿Alarmismo de derechistas alterados? De ninguna manera.
La candidata Mendoza ha propuesto como plan de emergencia –es decir, para el presente año– un programa de créditos, entrega de bonos, aumento de inversión pública y un plan de empleo que costaría más de S/ 60,000 millones, cuando el PBI cae en más de 11%, el déficit se dispara a cerca del 10% del PBI, la deuda pública sobrepasa el 35% del PBI y la pobreza aumenta en 10% de la población. ¿Cómo podría la señora Mendoza conseguir esa cantidad de dinero para su plan político con semejante déficit en las finanzas nacionales? La única manera: acabando con la autonomía del BCR, grabada en piedra en la Constitución.
De allí, igualmente, que el candidato Lescano haya construido su carrera política en base a ataques arteros en contra de la autonomía y los directores del BCR, utilizando los conocidos calificativos de “fujiaprista” y “neoliberales”. Como se aprecia, para el populismo y las corrientes colectivistas y comunistas, el BCR es un dique a derribar sí o sí.
La señora Mendoza sabe que su propuesta de gastar S/ 60,000 millones con un déficit de cerca de US$ 20,000 millones y cuando los activos del Estado en el sistema financiero son negativos en -S/ 21, 623 millones (deuda del Estado a los gobiernos regionales, locales, Essalud y otras entidades) es imposible dentro del marco constitucional, porque se tendría que echar mano de nuestras reservas internacionales –administradas por el BCR–, que sobrepasan los US$ 72,000 millones.
La Constitución de 1993, en los artículos 82 hasta el 86, establece que el BCR debe regular la moneda y el crédito del sistema financiero, administrar las reservas internacionales y preservar, en general, las finanzas nacionales. Igualmente, la Carta Política, establece que el BCR “está prohibido de conceder financiamiento al erario, salvo para la compra, en el mercado secundario, de valores emitidos por el Tesoro Público, dentro del límite que señala su Ley Orgánica”. Más claro no cantan los gallos en las madrugadas.
Mendoza y Lescano, o cualquier corriente populista o comunista, no podrían implementar un plan estatizador de la economía con la Constitución actual. ¿Cómo así el BCR –que se plantea metas inflacionarias anuales entre 1% y 3%– permitiría que se manoseen los recursos nacionales a su cargo para las estrategias clientelistas de los populismos y comunismos? Imposible.
Pero es necesario desvelar la estrategia populista o comunista. Cuando las administraciones Vizcarra y Sagasti nos dejan un Estado semiquebrado y con un aumento general de pobreza, hablar de “la platita ahorrada” para gastar suena bonito, tal como lo hace Mendoza. Sin embargo, si se aplicara el plan de Verónika el déficit fiscal se dispararía por encima del 15% y sería imposible colocar siquiera bonos porque la famosa propuesta –de la misma candidata– de poner un 1% de impuesto a las fortunas mayores de US$ 100 millones, simplemente descapitalizaría el país. Se desencadenaría una aterradora fuga de capitales.
Los llamados técnicos de Mendoza saben de esta historia. Su objetivo entonces es que el gasto estatal reviente el Estado y la economía hasta que la ruina de las familias sea inmanejable y, entonces, el discurso contra “los empresarios que explotan y le chupan la sangre a la gente”, cobraría fuerza y se desataría una ola de estatizaciones del sector privado.
La propuesta de aumentar el gasto hasta quebrar el Estado, en realidad, apunta a ese objetivo. Sucedió con el estado empresario del velascato que duró hasta los noventa, pasa ahora con la tragedia venezolana en donde la falta de capital privado ha convertido a los huevos y los panes en productos suntuarios. Finalmente, las nuevas generaciones de peruanos deben saber que el primer chavismo económico acaeció en el Perú en los ochenta: la gente hacía cola para arrancharse un kilo de arroz y otro de azúcar; igualmente no había papel higiénico y el dinero guardado para los años por venir, una semana después, no alcanzaba para la semana.
Era la hiperinflación del estado empresario, era el plan que ahora nos propone la señora Mendoza y Yhonny Lescano, era el programa que lanza a las poderosas clases medias de ayer a comerse a sus perros y mascotas. Advertidos estamos.
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