La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Análisis de resultados de la segunda vuelta de los comicios regionales
La segunda vuelta en diez regiones del país confirman las impresiones que, en términos generales, nos dejó la primera ronda de los comicios regionales y provinciales. En síntesis, el Perú sufre de una peligrosa crisis de representación y fragmentación del sistema político.
Hablar de crisis de representación en una democracia representativa es casi un oxímoron. El sistema representativo se basa en representantes del soberano, del voto popular, que son capaces de expresar al país, a la nación, y no solo al feudo o a la localidad. Así se organiza la libertad. No hay otra manera.
En el Perú los congresistas no parecen representar a nadie y las autoridades regionales sueñan en ser los nuevos caciques provinciales. De allí que la historia de la democracia y la libertad nos indica que la única manera de organizar la representación, la intermediación entre los ciudadanos y el estado, es a través de los partidos, los príncipes de la modernidad política, capaces de expresar como sistema al soberano.
En la medida que, en los tiempos de globalización y revolución de las tecnologías de la información, todavía no se ha creado un modelo alternativo a los sistemas de partidos, vale alarmarse por el hecho de que solo en 5 regiones de un total de 24, los denominados partidos hayan ganado las presidencias. Es una notificación de la crisis de representatividad y el nivel de fragmentación del espacio público.
Los movimientos variopintos, independientes y, en muchos casos, cuestionados de las provincias, hasta hoy también nos han señalado que no expresan una alternativa superior a los partidos realmente existentes del país. La prueba es que cerca de diez autoridades regionales elegidas tienen asuntos pendientes con la justicia y varios presidentes regionales purgan prisión efectiva. Las cosas están así en la política peruana.
En medio de las tendencias disgregadoras vale mencionar dos hechos que echan luz al escenario sombrío de los resultados electorales que comentamos. En primer lugar, la derrota que han sufrido los radicalismos anti sistema que amenazaban con paralizar inversiones en recursos naturales, fundamentales para continuar con el crecimiento y la reducción de la pobreza de las últimas décadas.
Walter Aduviri en Puno, Michel Martínez en Apurímac, Vladimir Cerrón en Junín y Klever Meléndez en Pasco han sido derrotados por fuerzas con mayor sentido común frente a la democracia y el mercado. El triunfo de Martínez en Apurímac hubiese dibujado una tremenda interrogante sobre el proyecto Las Bambas, hoy la inversión minera más grande del Perú con cerca de US$ 10,000 millones. Buenas noticias, pues, por ese lado.
En segundo lugar, el triunfo de Fuerza Popular en Ica, Pasco y San Martín y las victorias de Alianza para el Progreso en la Libertad y Lambayeque nos revelan que existe una débil tendencia, pero tendencia al fin, de un reposicionamiento de lo que llamamos partidos en el Perú. El mérito del fujimorismo es evidente si le sumamos las cerca 80 alcaldías que ha ganado entre provincias y distritos.
La crisis de representación y fragmentación del espacio público que padece el país no puede continuar. Una sociedad abierta con semejante enfermedad, en realidad, está organizando sus propios funerales. Algo tenemos que hacer los peruanos de buena voluntad para coger el rábano por las hojas y empezar a enfrentar este problema que, en cada elección nacional, nos pone el corazón en la garganta ante la aparición de un outsider o del aventurero de turno que promete abolir el mercado con el objeto de quebrar la libertad.
10 - dic - 2014
COMENTARIOS