Editorial Política

La urgencia de la reforma del sistema político

El bicameralismo y la necesidad de empoderar a los partidos

La urgencia de la reforma del sistema político
  • 29 de enero del 2024

 

A estas alturas es evidente que si no se produce una reforma del sistema político la crisis de representación del sistema democrático se profundizará y, tarde o temprano, una fuerza antisistema acabará con el Estado de derecho.

En ese sentido, es fundamental que el Congreso avance definitivamente en el establecimiento del sistema bicameral, que perfeccione el equilibrio de poderes y saque al Perú de esa destructiva disyuntiva entre vacancia y disolución del Legislativo. Como todos sabemos, en el bicameralismo, cuando se trata de la vacancia presidencial la cámara de diputados acusa al jefe de Estado, en tanto que el Senado resuelve. Por otro lado, el Ejecutivo solo puede disolver la cámara baja, mientras que el Senado sigue ejerciendo las funciones legislativas. Planteadas las cosas así, el bicameralismo perfecciona el equilibrio de poderes y nos permite salir de las guerras políticas que bloquean al país.

Por otro lado, el bicameralismo, al convertir al Senado en la cámara revisora de las leyes, de una u otra manera descarga las funciones del Tribunal Constitucional que, en la práctica, se había convertido en una especie de segunda cámara. Asimismo, se debe eliminar el absurdo de prohibir la reelección de los parlamentarios, que desalienta la formación de una clase política.

Igualmente, junto a la reforma bicameral se debe empoderar a los partidos políticos y evitar la fragmentación política que hoy contemplamos. La crisis de la democracia peruana, análisis más o análisis menos, tiene mucho que ver con la falta de una partidocracia en el país, con la falta de una clase política que se ponga sobre los hombros la conducción del Estado. Un ejemplo alarmante de cómo la actual legislación destruye la posibilidad de los partidos: Perú Libre llegó al Legislativo con 44 representantes; sin embargo, hoy las izquierdas han formado seis bancadas que bloquean las funciones del Congreso, la junta de portavoces y el funcionamiento de las comisiones legislativas.

En cualquier país con una democracia con relativa salud, cuando un parlamentario decide abandonar el partido y la bancada legislativa, el potencial tránsfuga pierde la curul y el partido tiene la plena potestad de reemplazarlo con el accesitario o un militante. La curul es del partido y no del candidato, porque en el sistema republicano se promueve el gobierno de los partidos, de las partidocracias.

En el Perú, el progresismo retomó el discurso contra “las partidocracias” del fujimorato de los noventa para consolidar la estrategia de caviar de gobernar el Estado sin formar partidos ni ganar elecciones. He allí una de las explicaciones de que los partidos se hayan convertido en franquicias que se alquilan o de que cualquiera se crea con derecho a ser presidente de la República, al margen de una trayectoria política. Todos estos hechos sumados a la brutal judicialización de la política, que acabó con los partidos que contuvieron al antisistema en los siglos XX y XXI y posibilitó el triunfo de Castillo, explican la terrible representación actual del Congreso y la situación de la llamada clase política.

Por todas estas consideraciones en el Congreso se debe avanzar a eliminar todas las normas y leyes que promueven el debilitamiento de los partidos y alientan el transfuguismo y el predominio de los poderes fácticos. En ese sentido, es fundamental defender la decisión del Congreso de eliminar las primarias abiertas y obligatorias que restaban poder a las élites o cúpulas partidarias en la conducción de los partidos. Igualmente, es básico eliminar a los movimientos regionales que no forman partidos nacionales y, por otro lado, es igualmente trascendente elevar las vallas de ingreso de los partidos al sistema electoral. Asimismo, la existencia del bicameralismo obliga a crear distritos electorales más pequeños para elegir a los representantes de la cámara de diputados.

Es hora de entender que sin reforma política, el sistema democrático seguirá naufragando y el regreso del antisistema estará a la vuelta de la esquina.

  • 29 de enero del 2024

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