La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Los posibles y peligrosos efectos políticos del frenazo de la economía
Con las fiestas de fin de año, los observadores suelen hacer encuestas sobre el personaje o el tema que destacó en el 2014. Las selecciones son tan arbitrarias que los elegidos pueden cumplir papeles progresivos o negativos. A nuestro entender el gran suceso del 2014 y que cambiará no solo el escenario económico sino también el político, es la desaceleración del crecimiento. En la medida que este problema es imposible explicar solo por la economía mundial, todo indica que el frenazo nos seguiría acompañando el 2015.
Los economistas sostienen que la explicación de la desaceleración está en la caída de la inversión privada, que descenderá en alrededor de 2% este año. Desde que volteamos la página populista en los noventa, la inversión privada creció sostenidamente –a excepción del 2009- desencadenando el crecimiento y una reducción de pobreza sin precedentes que convirtieron al Perú en la estrella de América Latina. Pero la expansión económica se desarrolló al lado de una endémica crisis política, descrédito de las instituciones, de los partidos políticos, y corrupción en general.
Si bien la democracia se sometió a diversas pruebas en el 2006 y el 2011, la prosperidad económica y la expansión de las clases medias evitaron que el Perú fuese capturado por un proyecto chavista tal como ha sucedido en Venezuela, Bolivia y Ecuador. La sensación era que la política se había autonomizado de los éxitos económicos y que los políticos miraban con respeto a un universo que no entendían, un universo donde predominan los tecnócratas.
Todos sabemos que el principal responsable de la desaceleración es el devaneo estatista de los primeros dos años de la administración nacionalista, que minó la confianza empresarial. Pero a estas alturas el origen de la crisis pasa a segundo plano, porque el frenazo cambia radicalmente las relaciones entre la política y la economía. El desánimo general abona a favor de un posible outsider con apellido estatista.
Una de las características de los países que caen bajo la influencia de cualquier aventurero es que existe la combinación de crisis política y económica. Así pasó en Venezuela, Bolivia y Ecuador y puede suceder en España con el movimiento Podemos. Ante un frenazo económico,las sociedades tienen dos opciones: o pisan el acelerador de las reformas o se dejan ganar por el discurso estatista que prospera ante el pesimismo.
En el Perú, un grupo de ministros vinculado a la economía, la producción y al sector Educación, casi autonomizados del desmadre político de Palacio, ha entendido que la desaceleración solo se puede enfrentar con más reformas que reanimen a la inversión privada. La reducción de impuestos y la ley promoción del empleo juvenil apuntan en ese sentido. Sin embargo, la cerril confrontación promovida por el nacionalismo y la cercanía del cronograma electoral, han impulsado a los políticos a ponerse en contra de la reforma laboral. Con la irrupción de miles de jóvenes que marchan en las calles y repiten discursos de los setenta, es evidente que las cosas pueden jugar en contra de las reformas.
En los setenta la izquierda jugaba con fuego. Creía que podía ganarle a Sendero Luminoso repitiendo los discursos más incendiarios del maoísmo. Es decir, peleaba en el terreno ideológico del terrorismo. Al final, el senderismo desplumó y barrió a esa izquierda. Hoy los políticos creen que pueden jugar con la candela estatista. Ojalá que al final no aparezca el outsider estatista que los ponga en vereda y se trague a la democracia. En todo caso, si ese día llega habrá que marchar por razones valederas.
24 - dic - 2014
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