La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre la excarcelación de cabecillas terroristas.
La liberación de Peter Cárdenas Schulte, ex miembro de la cúpula del MRTA, y la inminencia de que cuatro cabecillas del mando senderista y otro líder emerretista dejarían las cárceles en los próximos tres años, ha desatado una justificada ola de temor en la ciudadanía ante un posible rebrote del terror. Sin embargo el final de una sentencia debe cumplirse en democracia, porque es uno de los principios constitutivos de cualquier sociedad que se postule como abierta.
No obstante para que cualquier sociedad prospere en libertad debe ser capaz de reconocer a sus enemigos. Es evidente que los cabecillas senderistas y emerretistas son extremos adversarios de la libertad si persisten en la matriz subversiva. De allí que el deber de cualquier sociedad abierta -que pretenda permanecer- es reconocer a sus enemigos y tomar las necesarias medidas preventivas.
Es evidente que, en cuanto a las políticas de seguridad, las cosas deben estar al día. Se debe fortalecer la inteligencia del estado y reforzar la Dirección Nacional contra el Terrorismo de la PNP y la institución estatal debe ser capaz de dotarse de decenas de ojos y oídos a través de la labor de los tenientes gobernadores del Perú.
Sin embargo no solo se trata de asuntos del orden interno. Los defensores de la sociedad abierta tienen que ser capaces de desplegar una intensa lucha ideológica contra el autoritarismo y el colectivismo terrorista. La razón principal del porqué Sendero Luminoso inició su orgía de sangre y muerte en el Perú es por la intensa crítica ideológica que desarrolló, sobre todo, en las universidades. El senderismo enfiló ideológicamente contra las viejas estructuras estatales tratando de ganar el favor popular.
Felizmente que los demócratas reaccionaron no solo desarrollando audaces reformas en la economía y la política, sino desplegando una intensa lucha ideológica contra el fanatismo colectivista. El otro sendero de Hernando de Soto se convirtió en uno de los textos que permitió desarrollar discursos y políticas para ganar a los sectores populares a favor del mercado y desarrollar una crítica del viejo estado mercantilista. Semejante camino ha quedado a medio hacer y la regresión hacia la intolerancia es absolutamente posible.
De allí que hoy tenemos que volver a los ojos a ese mundo popular, enemigo acérrimo de todos los colectivismos habidos y por haber, pero que critica abiertamente la ineficiencia y el fracaso del estado. Ese mundo popular que bulle con millones de empresarios y propietarios en los mercados populares, es el antídoto natural de cualquier forma de intolerancia.
La liberación de los cabecillas terrorista nos recuerda varias cosas. Una primera es que la democracia no solo se defiende con sentencias y cárceles sino que, ante la guerra de ideas de los extremismos colectivistas, debe gestarse la respuesta ideológica y cultural de la sociedad abierta. Otra muy importante tiene que ver con la lucha ideológica en sí misma. El fin de la Guerra Fría ilusionó a algunos con que había llegado el fin de la historia y que se cancelaban las ideologías. Falso de toda falsedad.
La resurrección de los fundamentalismos islámicos, el desarrollo de los proyectos bolivarianos en América Latina, la resurrección del autoritarismo pan ruso, nos señalan que, al menos hasta hoy, las sociedades no pueden escapar a las influencias ideológicas. Y la liberación de los cabecillas terroristas nos grafica con absoluta claridad que no hay libertad sin lucha ideológica.
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