La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Cuando nos referimos a las corrientes de izquierdas, ¿por qué es necesario hablar de progresismo y diferenciar a esta corriente de todos los demás proyectos colectivistas y anticapitalistas? El progresista, a diferencia del comunista, no tiene un programa máximo ni mínimo para la sociedad, motivo por el cual puede plantear diversas políticas sectoriales sin revelar su naturaleza anticapitalista. En muchos casos el progresista aparece como defensor del mercado, mientras propone sobrerregulaciones asfixiantes que terminan deteniendo a la inversión privada.
Mientras el comunista propone la igualdad absoluta, el progresista plantea la libertad absoluta. Ambas propuestas representan formas de utopías que colisionan contra la realidad, porque ni la igualdad ni la libertad absolutas existirán jamás. Así como no se puede igualar a toda la sociedad, igualmente es imposible que cada uno hable el lenguaje que le parezca o se autoperciba como le plazca, porque significaría el fin de la sociedad y el surgimiento de un estado absolutista para proteger los derechos proclamados en nombre de la libertad absoluta.
En el Perú el progresismo se reclama “liberal” en nombre de las libertades y derechos que derivan de una supuesta libertad absoluta. Sin embargo, en las últimas tres décadas, ese mismo progresismo ha impedido que el país se acerque al desarrollo mediante una de las burocratizaciones del Estado más impresionantes en América Latina luego de la Guerra Fría. El Estado peruano ha terminado convirtiéndose en el principal enemigo de la sociedad y la inversión privada, a tal extremo que una de las revoluciones capitalistas más pujantes de la región, como se dice, ha sido detenida en seco.
Cualquier sector del Estado que se analice –ya sea Energía y Minas, Pesquería, Agricultura, Producción, Justicia o, incluso, la reforma del sistema político–, de una u otra manera, siempre encontraremos una oenegé de izquierda proponiendo sobrerregulaciones para empoderar al Estado, al burócrata, como los defensores de los derechos y libertades que se crean de aquí para allá, en detrimento de las iniciativas de la sociedad y de la inversión privada. Las sobrerregulaciones medioambientales para lentificar las inversiones en minería son un claro ejemplo. Unos años atrás, la industria pesquera que aporta cerca del 1.5% del PBI y genera alrededor de 700,000 empleos (directos e indirectos), pescaba en la milla 3 y la biomasa de anchoveta se mantenía en los mismos volúmenes de hoy. Ahora solo se puede pescar desde la milla 5. Allí también está una de las causas de la recesión. ¿Cómo nacen estas sobrerregulaciones absurdas? Invocando derechos abstractos de los consumidores y una supuesta defensa del medio ambiente.
El progresismo ha logrado una nueva vía anticapitalista en el Perú: construir uno de los estados más burocráticos de la región a pesar del espíritu desregulador de la Constitución de 1993 y los 22 tratados de libre comercio. La Carta Política, los tratados y las leyes pasaron a ser letra muerta por los procedimientos y los trámites.
Sobre estas narrativas parciales y sectoriales,otro de los grandes méritos del progresismo es haber desarrollado la narrativa fascistoide de la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, que envenenó la política nacional a tal punto que la sociedad se enfermó y eligió al peor candidato de la historia republicana: Pedro Castillo. Y algo más grave: Castillo llegó al poder en alianza con el senderismo.
Si el Perú no se hubiese burocratizado, si las oenegés de izquierda no hubiesen detenido las inversiones, si el relato excluyente del fujimorismo versus el antifujimorismo no se hubiese impuesto, hoy el ingreso per cápita de los peruanos se acercaría al de un país desarrollado, tal como se proyectaban en diversos estudios económicos a inicios del nuevo milenio.
Desde el 2014 el crecimiento promedio anual –sobre el 6% en la década anterior– cayó y se ubicó debajo del 3%. Se dejó de reducir la pobreza, hasta que llegó Castillo al poder. Y la lentificación del crecimiento se convirtió en recesión y en aumento general de pobreza.
En esta tragedia nacional es incuestionable que el progresismo tiene la responsabilidad principal en la desorganización nacional. Sin embargo, pretende seguir escribiendo los relatos, pretende liderar la reforma del sistema político y de las instituciones e, incluso, pretende controlar las gerencias de las principales corporaciones. Los demócratas deben reaccionar.
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