Editorial Política

La demonización del empresario es igual a destrucción del país

El Perú se habría desplomado sin el aporte del sector privado

La demonización del empresario es igual a destrucción del país
  • 02 de abril del 2023


La llegada de Pedro Castillo no fue una arbitrariedad, un accidente o consecuencia del azar, como suelen sostener los sectores progresistas. La llegada del Movadef, de Perú Libre y de las corrientes comunistas más ortodoxas de la región al poder en el país solo fue posible por el triunfo cultural del progresismo, que convirtió al fujimorismo en la encarnación de todos los males, de todos los demonios. Entonces, votar por un programa como el de Pedro Castillo pudo aparecer como un mal menor.

Las narrativas que inventaron el mal en el Perú (en Chile fue el pinochetismo y en Colombia el uribismo) no solo satanizaron a todos los sectores políticos anticomunistas, sino que también construyeron todas las narrativas que se volvieron sentidos comunes en la sociedad: la demonización del empresariado, el radicalismo ecológico para detener inversiones en minería y recursos naturales, y la ideología de género para escindir la natural convergencia entre conservadores y liberales que ha construido la sociedad occidental.

En el Perú la demonización del empresariado fue uno de los relatos que más contribuyó a la llegada de Pedro Castillo y el momento actual de destrucción del país. Sobre el desarrollo de algunos casos de corrupción se argumentó que el sector privado seguía desarrollando las mismas tendencias mercantilistas cultivadas a lo largo de la historia republicana. Si bien es cierto que existen espacios de mercantilismo en el país –bloqueados para la libre competencia– y existen vínculos de corrupción con el poder, es incuestionable que en las últimas tres décadas ha surgido el empresariado o el sector privado más competitivo de toda nuestra historia republicana.

Las inversiones en minería, en agroexportaciones y en servicios se desarrollan en abierta competencia con todos los mercados del planeta. El sector minero en el Perú no hubiese podido captar más de US$ 60,000 millones en inversiones en la última década sin el marco de la Constitución de 1993, las leyes y convenios del sector, y los 22 tratados de libre comercio. Esa enorme suma de inversiones se habría ido a Canadá, Australia o Chile, países con los que el Perú compite para atraer inversiones mineras. Algo parecido sucede con las agroexportaciones, que ha captado más de US$ 20,000 millones en las últimas dos décadas. El mismo sentido de competencia es evidente en la industria pesquera, la industria láctea, etcétera.

Semejante competitividad del sector privado moderno (a pesar de la extendida informalidad) se refleja en que representa el 80% de los ingresos fiscales del Estado y provee el 80% del empleo (sectores formal e informal) en la sociedad. En las últimas tres décadas no solo el PBI se triplicó, sino que la pobreza se redujo del 60% de la población a 20% (antes de la pandemia). El 80% de ese total de reducción de pobreza, según el Banco Mundial, es aporte privado, a través de la creación de empleo.

¿Cómo entonces el empresariado se ha convertido en el causante de todos los males de la sociedad? Si los políticos, los partidos y los intelectuales, y el Estado como tal fracasan en la construcción de infraestructuras y prestación de servicios, ¿por qué los empresarios y el modelo son los responsables de las tragedias? ¿Por qué se demoniza al único sector que ha salvado al Perú del desplome luego del Gobierno de Vizcarra?

Hoy, por ejemplo, el Estado tiene recursos como nunca en la historia gracias al aporte de las empresas al fisco mediante el pago de impuestos. Sin embargo, el Estado no construye ni invierte en obras de prevención o infraestructura. En el acto, el comunista, el izquierdista, sataniza al empresario y al modelo de la Constitución como los responsables de la tragedia.

Es hora de cambiar radicalmente la narrativa. El empresariado nacional es el único actor que ha salvado al país del desplome, que ha salvado a la peruanidad del fracaso de los políticos, de la incapacidad del Estado para redistribuir la riqueza que producen los privados, del fracaso de las izquierdas en la conducción de los gobiernos regionales. Sin el sector privado la peruanidad se habría disuelto. El empresario es el héroe. Otros son los villanos.

  • 02 de abril del 2023

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