La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El espionaje a políticos solo se explica como parte de proyecto autoritario.
La vicepresidenta del Perú, Marisol Espinoza, ha sido víctima de un reglaje y, al parecer, no pasa nada. No hay Gabinete ni ministro que asuma la responsabilidad política como sucedería en cualquier democracia. Muy por el contrario, el titular del Interior, Daniel Urresti, echando mano de un histrionismo que ya empieza a agotar, señaló que Alan García era el responsable del reglaje.
La denuncia de Espinoza está documentada y probada. Un agente de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) fue detenido por su escolta personal, derivado a una comisaría hasta que un jefe de la DINI se acercó confirmando que el capturado era miembro de la mencionada dependencia para conseguir su liberación. Sin embargo Urresti pretende seguir desarrollando el libreto que sus “estrategas” han redactado.
En todo caso, en ninguna democracia quedaría impune una denuncia del Vicepresidente de la República, una denuncia con nombres y parte policial. Si a esto le sumamos los reglajes contra Jorge del Castillo, secretario general del Apra, y la congresista Natalie Condori, las cosas se clarifican. Hay un enorme aparato de inteligencia que está operando y que, al parecer, se ha quedado sin trabajo. Para comprender el fenómeno hay que entender la naturaleza del régimen nacionalista.
El aparato de inteligencia que ahora opera a tontas y locas es una reminiscencia del proyecto de reelección conyugal que se intentó consolidar en los dos primeros dos años de la administración nacionalista. No se pueden entender los actuales reglajes sin ese antecedente. Recordemos que apenas el nacionalismo asumió el poder controló la policía, las fuerzas armadas, algunas entidades claves, mientras crecía la popularidad de Nadine Heredia.
Como parte de ese proceso se repotenció la DINI a niveles impensados. El gobierno nacionalista incrementó el presupuesto de esta entidad en un 776% en tanto se multiplicaban las compras de equipos para la oficina de Contrainteligencia. Todos los proyectos autoritarios en América Latina post Guerra Fría siempre han tenido poderosos aparatos de inteligencia que recopilaban información para que funcionara “la estrategia política y electoral” del candidato. Pero todo cambió cuando la candidatura de Heredia se inviablizó. No hay proyecto autoritario sin respaldo popular.
Cuando se encarpetó la estrategia de reelección conyugal los enormes recursos e infraestructura de la DINI se quedaron sin usar. Y, entonces, los estrategas desocupados se plantearon diversos objetivos para justificar presupuestos, contrataciones y compras. Claro que este proceso habría sido inconcebible sin la anuencia de la cúspide más alta de Palacio.
Semejante proceso comienza a empatarse con la creciente popularidad de Urresti, un potencial candidato que podría recostarse sobre “el intenso trabajo” de la DINI.
Y en esas estamos. La Vicepresidenta de la República es víctima de un espionaje ilegal y no hay ministro que asuma la responsabilidad. En una sociedad abierta, sin parpadear siquiera, se habría convocado al Congreso para, al menos, censurar al titular del Interior. Pero Ana María Solórzano, presidenta del Congreso, no dice esta boca es mía.
El nacionalismo ha bastardeado de tal manera el espacio público que lo más peligroso es acostumbrarse a las barbaridades que cometen los actores del libreto autoritario. En todo caso, todos esperamos una sana reacción de los líderes políticos.
19 - Ene - 2015
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