Editorial Política

La convergencia que no se produce

La convergencia que no se produce
  • 18 de noviembre del 2016

¿Se llevará a cabo la reunión entre Keiko y PPK?

El Perú está incubando una crisis de gobernabilidad que podría tener consecuencias impensadas para el futuro de la democracia y el mercado. Si la administración PPK no se enrumba y adquiere velocidad de crucero en las reformas y la organización de la gobernabilidad, el panorama sería sombrío.

En este portal lo hemos repetido una y otra vez: las sociedades de ingresos medios —como la peruana— que no desarrollan reformas estructurales para continuar creciendo a tasas altas y seguir reduciendo pobreza empiezan a involucionar. El lento crecimiento vuelve a incrementar la pobreza y, generalmente, las políticas de mercado son barridas por los humores nacionalistas, proteccionistas y estatistas. Los viajes al pasado de Venezuela y Argentina, sociedades de ingresos medios por excelencia, son ejemplos paradigmáticos.

En el Perú avanzar a desarrollar reformas estructurales —como la reforma laboral, la eliminación de las sobrerregulaciones asfixiantes, la formalización de al menos la mitad de la informalidad que nos afecta, el destrabe de proyectos claves para crecer, la solución de los déficits en infraestructura, educación, salud y el relanzamiento de los proyectos mineros— exige un nivel de convergencia explícito entre el pepekausismo y el fujimorismo.

Y, al parecer, el nivel de colaboración entre ambos actores solo se produce cuando la Carta Política obliga a establecer relaciones entre Ejecutivo y Legislativo (voto de investidura y delegación de facultades legislativas, por ejemplo). Si bien el temor de un obstruccionismo de parte de la mayoría legislativa absoluta del fujimorismo ha sido desterrado, es evidente que la debilidad, el desorden y la fragilidad del pepekausismo obliga a imaginar otro tipo de convergencias.

Pensar los próximos cinco años con este nivel de relación entre pepekausistas y fujimoristas solo nos puede llevar a preguntarnos sobre qué fuerza capitalizará el fracaso del actual gobierno. Y allí sí que se dibuja una enorme interrogante para la democracia y la economía de mercado. El fantasma del trumpismo, que recorre Occidente y las democracias del mundo, puede ser de derecha e izquierda. Finalmente, las irreverencias de Trump contra el establishment, ¿acaso no evocan las irreverencias de Gregorio Santos y Antauro Humala? El problema de un posible fracaso pepekausista es que no lleva a semejantes preguntas.

La gran encrucijada de la primera fuerza política de un país es que no puede rehuir a la responsabilidad que le han entregado los electores; es decir, de ser primera fuerza política de nuestra sociedad. Y si bien el fujimorismo no conduce el Ejecutivo, es larga e incuestionablemente la primera fuerza política del Perú, más allá de la histeria de los activistas de izquierda que hoy controlan la mayoría de medios. El movimiento naranja no puede, entonces, rehuir a pensar cuál debe ser el nivel de colaboración con el gobierno más frágil de las últimas décadas.

Por ejemplo, cuando la mayoría legislativa promueve que exista negociación colectiva para el aumento de las remuneraciones estatales y que 12,000 trabajadores del régimen CAS de Essalud pasen a planilla, ¿acaso se está pensando en la reforma del Estado y en el hueco fiscal dejado por el humalismo? De alguna manera observar las cosas de esa manera es cómo creer que el fujimorismo puede tener futuro aprobando normas que cosechen aplausos entre los electores, mientras el país se cae a pedazos.

Nadie le puede pedir al movimiento naranja que cogobierne, porque nadie puede demandar que el derrotado asuma los pecados, fracasos y yerros del ganador. Pero es evidente que el Perú no va avanzar con el actual nivel de convergencia entre pepekausistas y fujimoristas. La política es el arte de lo posible y de las formas imposibles. Por ejemplo, ya es hora de que Keiko Fujimori y PPK desarrollen una cumbre política que otorgue racionalidad política a los resultados de la pasada elección nacional. El recreo se acabó para PPK y también para Keiko. ¿O no?

Siempre vale recordar que el único sector que no quiere reformas ni convergencias por la gobernabilidad es la izquierda que desarrolla su estrategia hacia el 2021 en la calle, en el Congreso y el propio Ejecutivo.

  • 18 de noviembre del 2016

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