La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Una de las mayores expresiones de la crisis actual es la imposibilidad de la política de organizar una salida al proceso de destrucción nacional que causa el Gobierno de Pedro Castillo. Como todos sabemos, en el Congreso, la entidad llamada por la Constitución a organizar una salida institucional y política al desastre nacional, no se puede formar una mayoría ni para vacar al presidente de la República ni para inhabilitar a los miembros del Ejecutivo.
Una de las causas de esta situación es la extrema balcanización de la política, ya sea en el Congreso, fuera de él, o en la sociedad en general. Al respecto vale señalar que la fragmentación de las bancadas en el Congreso es el resultado de las reformas políticas desarrolladas por la pasada administración Vizcarra, que pulverizaron los restos agonizantes del sistema político. La imposibilidad de reelegir a los congresistas y la negativa a instalar un Senado, en política, nos han condenado a caminar hacia atrás: cada vez los representantes en el Legislativo serán los menos calificados y los más inclinados a la aventura. Y, al margen de las calificaciones, la inexperiencia en política es algo que nadie puede sortear. Finalmente, la política no se aprende en las universidades ni en las oenegés. La política es una industria que se aprende en el funcionamiento de instituciones como el Congreso, pero sobre todo en los partidos.
En la base de la destrucción del sistema político, incuestionablemente, está la tendencia al transfuguismo político que fomentaron los sectores progresistas en las últimas décadas y que, de una u otra manera, se expresa en la relación entre los congresistas elegidos y las bancadas que forman: suma de individualismo, intereses y anarquía. El resultado es el actual Congreso.
Sin embargo, es hora de enfrentar esta situación. Dos reformas fundamentales en este sentido son la necesaria eliminación de la prohibición de la reelección parlamentaria –para fomentar el surgimiento de una clase política– y la creación de un Senado para reunir a los representantes más calificados y experimentados de todas las corrientes.
Sin embargo, en términos políticos una medida urgente en los sectores de la oposición para enfrentar la fragmentación que promueven comunistas y progresistas (Perú Libre se ha dividido adrede en varias bancadas que votan igual) es el llamado frentismo. Indudablemente la idea del frente único para enfrentar a un enemigo mayor es una práctica que se remonta a la antigüedad clásica y fue utilizada para alcanzar la guerra y la paz. Sin embargo, fueron los sectores comunistas los que perfeccionaron esta práctica. Allí está Stalin y su alianza con Churchill para enfrentar al nazismo, y Mao y su alianza con el Kuomintang para formar el frente nacional que derrotó al Japón Imperial.
¿A qué vamos? Ni Fuerza Popular, ni Renovación, ni Avanza País pueden por sí solos formar la mayoría suficiente para vacar a Pedro Castillo y convertirse en una alternativa nacional. La centro-derecha necesita consolidar alrededor de 50 votos de hierro para atraer los otros 40 que se podrían aglutinar para organizar una salida nacional al desastre Castillo. Una cosa es coordinar y otra es formar un frente. La diferencia está en la eficacia a la hora de organizar una mayoría.
Igualmente, las fuerzas de la centro-derecha deberían materializar frentes regionales, departamentales y distritales que se propongan enfrentar la ofensiva social desde las bases que pretende desarrollar el Gobierno de Pedro Castillo para sortear las investigaciones en curso en la Fiscalía. Una ofensiva social palaciega que se propone enfrentar a los sectores populares con el sistema político y económico. Una locura que no prosperará.
Sin embargo, aquí lo importante es que el frentismo político podría relanzar a la centro-derecha hacia el mundo popular, a los sectores que exigen mercado, propiedad y libertad económica y, sin embargo, no pueden formar parte de la formalidad.
Generalmente quienes impulsan el frentismo político son las vanguardias políticas. Es decir, los sectores más conscientes de la situación, del enemigo principal, y con la sagacidad de juntar a perro, pericote y gato para derrotar a la principal amenaza para la libertad.
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