La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Luego del fracaso del golpe de Pedro Castillo y de las olas insurreccionales del verano pasado –que pretendían quebrar el Estado de derecho y convocar a una asamblea constituyente– era absolutamente natural que en el sistema institucional se creará un gigantesco vacío de poder. La insurrección contra la Constitución que lanzó el eje bolivariano partía, precisamente, de la evaluación acerca de que, más allá del fracaso del golpe de Castillo, se iba a crear un gigantesco vacío en el sistema político que alguien debía llenar. De allí la ferocidad de las milicias y vanguardias comunistas en el desarrollo de las acciones militares en contra de aeropuertos, comisarías, locales públicos del sistema de justicia, y el bloqueo de carreteras para quebrar la economía nacional.
Como todos sabemos el terrible resultado de la ofensiva revolucionaria del eje bolivariano fue un saldo de más de 60 muertos y el dolor de muchas familias peruanas. Sin embargo, no obstante la feroz violencia radical que todos los peruanos contemplamos en vivo y en directo a través de la transmisión de los canales de televisión, la democracia se mantuvo en pie y continúa, en medio de yerros y denuncias que se acumulan.
Antes de seguir en esta línea de reflexión nos gustaría plantear una ucronía: ¿qué hubiese sucedido si las acciones de las milicias radicales se imponían en el Perú? Es evidente que ya estaríamos en curso de una asamblea constituyente y la economía no estaría en crecimiento cero, sino en una abierta recesión, con el dólar por las nubes, una impresionante fuga de capitales y la emigración de miles de familias. Y los políticos y actores públicos del progresismo que suelen convertir a la demonización del Congreso y el adelanto de elecciones en sus objetivos políticos principales, simplemente ya habrían sido expectorados por el avance revolucionario del eje bolivariano.
Ahora bien, ¿cómo se explica que la democracia continúe a pesar del desprestigio del Ejecutivo, del Congreso y otras entidades tutelares del sistema republicano? Ante el vacío de poder que se generó con el golpe fallido de Castillo y la violencia insurreccional, el Ejecutivo y el Congreso, al margen de limitaciones y errores monumentales fueron capaces de superar la guerra entre ambos poderes del Estado que, simplemente, había llevado a la democracia a una virtual implosión.
En ese hecho reside toda la explicación de la continuidad de la democracia peruana, porque si nos atenemos a los resultados de las encuestas, la legitimidad de los partidos e instituciones democráticas, no existen muchos argumentos para mantener la estabilidad institucional. Y más bien todo tiende al caos, a la anarquía y la desorganización del país.
Por todas estas consideraciones, es fundamental preservar la estabilidad entre el Ejecutivo y el Legislativo mediante la elección de una mesa directiva del Congreso que continúe las actuales relaciones entre ambos poderes del Estado. La responsabilidad de las bancadas democráticas del Legislativo en este asunto es histórica, más allá de cualquier negociación de corto plazo.
Por otro lado es necesario enfrentar con firmeza los relatos y narrativas del progresismo, que suelen señalar que ha “surgido una dictadura del Congreso”, “que arrasa con las demás instituciones y competencias” y, que, además no tiene legitimidad por su baja aprobación en las encuestas. En realidad, el argumento progresista busca defender un sistema institucional en el que las oenegés de izquierda y algunos sectores políticos controlaron el sistema constitucional, sin tener representación democrática y sin haber ganado elecciones, en base a interpretaciones arbitrarias del derecho constitucional. Por ejemplo, la denegación fáctica de confianza que sirvió para envolver en ropaje constitucional un abierto golpe de Estado, a semejanza del 5 de abril de inicios de los noventa.
De alguna manera, a pesar del pesimismo en la percepción ciudadana, creemos que el sistema republicano se está salvando –al menos por ahora– no obstante que unos meses atrás se había instalado un gobierno del eje bolivariano que pretendía hacer estallar la democracia desde adentro. Por todas estas consideraciones, el peor error político que podrían cometer las bancadas democráticas que detuvieron el golpe y la asamblea constituyente de Castillo es poner en peligro la estabilidad entre el Ejecutivo y el Legislativo, jugando a la ruleta rusa en la elección de la mesa directiva del Congreso.
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