Editorial Política

¿Hasta cuándo fujimorismo versus antifujimorismo?

¿Hasta cuándo fujimorismo versus antifujimorismo?
  • 01 de junio del 2016

Polarización de segunda vuelta envenena la política

Con el fin del fujimorato y el regreso de la democracia, el Perú comenzó a padecer de una especie de bipolaridad que atraviesa todo el modelo económico, social e institucional: buena economía y perpetúa crisis política. Mientras el crecimiento y la inversión privada arrinconaban a la pobreza a solo un quinto de la población, el espacio público se envilecía por la confrontación y las débiles instituciones se deterioraban, en lugar de consolidarse.

A nuestro entender —y debería formar parte de un intenso debate nacional— la causa principal de este fenómeno es la polarización fujimorismo versus antifujimorismo que ha creado un espacio público que reproduce todas las leyes de la guerra, antes que las de la política. En la guerra el objetivo es eliminar, excluir, al adversario. En la política se trata de colaborar, de pactar, con el rival. Finalmente, los griegos inventaron la política para evitar la guerra con el adversario y organizar una comunidad política.

Con la implosión del régimen de los noventa en el Perú no surgió nada parecido a un acuerdo, a una convergencia. El objetivo de los vencedores fue “excluir a los fujimoristas”.

En los últimos quince años el antivoto en contra de los herederos del fujimorato ha permitido las elecciones de los presidentes Alejandro Toledo y Ollanta Humala, pero en la elección nacional del 2016 el mundo parece voltearse. Planteada la disyuntiva antifujimorismo versus fujimorismo los electores, según las últimas encuestas, podrían inclinarse por el movimiento naranja.

El antifujimorismo ganó el 2011 y el fujimorismo podría ganar el 2016, pero el mismo encono, los mismos intentos de descalificar al adversario (desde corrupto, violador de DD.HH., hasta narcotraficante) que envenenan la política, dificultan las convergencias y debilitan las instituciones. El lustro de Ollanta Humala y del nacionalismo, nacido de la pura polarización, nos deja una economía desacelerada e instituciones deterioradas. Nuestros activos económicos e institucionales son significativamente menores a los cinco años anteriores.

Una de las expresiones más nocivas de esta absurda polarización es que se ha convertido en un dique para organizar un nuevo sistema de partidos. Un ejemplo incuestionable de esta confrontación es que el antifujimorismo, antes que fomentar organizaciones estables, alienta la volatilidad extrema. En la primera vuelta de esta elección se produjo una fila de aparecidos en la que improvisación era la nota distintiva. Sin este antivoto no se explicarían las candidaturas de Julio Guzmán, Alfredo Barnechea y Verónica Mendoza. Los candidatos se descartaban en días, como expresión de una volatilidad cultivada en el seno del antifujimorismo. Si las cosas siguen así, ¿no se podría aparecer alguien parecido a un Hitler?

Muy por el contrario, en las sociedades en las que el final de los regímenes autoritarios alumbró pactos y convergencias, los autoritarismos de derecha y las izquierdas radicales devinieron en versiones modernas y democráticas de derecha e izquierda. En España, por ejemplo, los herederos del general Franco formaron la Alianza Popular, que luego evolucionó hacia el Partido Popular de José María Aznar y Mariano Rajoy. Y de las filas socialistas que coqueteaban con los soviets bolcheviques nació el moderno Partido Socialista Obrero español de Felipe González. Algo parecido sucedió en Chile con la concertación de socialistas, demócratas cristianos y la nueva derecha mapocha.

En el Perú las derechas y las izquierdas siguen siendo las mismas de ayer. En algunos lugares se mantienen los mismos rostros y nombres; en otros aparecen rostros jóvenes y lozanos, pero son las mismas ideas, las viejas prácticas y los recetarios trasnochados que se anclan en la polarización que emponzoña a la política peruana. Desde el 6 de junio en la política hay una tarea ciclópea: superar el fujimorismo versus antifujimorismo.

 

  • 01 de junio del 2016

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