Filantropía y la guerra contra el Covid-19

En media de la guerra contra el Covid-19 y el sentimiento de unidad nacional que se levanta con el fin de proteger a los ancianos, los pobres y los desvalidos, de una u otra manera se ha desatado una guerra ideológica sobre el futuro del modelo económico, el papel del empresariado y la economía de mercado. En el Congreso, por ejemplo, la bancada del Frepap presenta un “Proyecto de Ley de Impuesto Solidario a las Grandes Fortunas”, cuando todos los economistas señalan que la pandemia del coronavirus empuja al país a la recesión y al inevitable aumento de la pobreza.

¿Qué hay detrás de la propuesta del Frepap? A nuestro entender, hay una incomprensión absoluta sobre el fenómeno económico y social de las últimas décadas, en las que se triplicó el PBI, se redujo la pobreza del 60% de la población a solo 20%, y se amplió el bienestar como nunca antes en la historia. ¿Quiénes fueron los principales protagonistas de lo que alguna vez se conoció como el milagro económico peruano? ¿El Estado, los políticos, las oenegés y otras entidades de la sociedad civil? No. Los principales actores de esta gesta económica y social fueron los empresarios, porque ellos fueron responsables del 80% del total invertido, del 80% de la oferta de trabajo y de más del 80% de los ingresos fiscales del Estado. 

Algo más. Todos los organismos multilaterales señalan que el 75% del total de reducción de pobreza corresponde al aporte del sector privado en tanto que el resto es inversión del Estado y de las oenegés. ¿Por qué entonces esta especie de campaña anti empresarial que comienza a escucharse de manera sostenida? 

A nuestro entender es expresión del triunfo ideológico de los colectivismos y las izquierdas, que han impuesto los sentidos comunes en el país. Hoy los estatistas, por ejemplo, pretenden señalar que la incapacidad del sistema de salud tiene que ver con el “modelo neoliberal”, exculpando el fracaso de los sucesivos gobiernos que no hicieron una reforma del Estado. No es el modelo neoliberal sino los ministerios de Ambiente, Midis, Cultura y de la Mujer los que, por ejemplo, consumen los recursos que deberían ser destinados a equipar hospitales con máquinas sanitarias, sistemas de bioseguridad y sueldos decentes para los médicos. El error histórico del empresariado peruano, no obstante ser el más poderoso y extendido de nuestra historia, es haber renunciado a la guerra ideológica. Un tema para otra ocasión. 

Sin embargo, ante la crisis, el empresariado ha reaccionado de manera ejemplar, tal como ha venido actuando en las últimas tres décadas. Por ejemplo, la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo donará medio millón de kits para detectar el Covid-19; es decir, la tercera parte del total de compras estatales de estas pruebas. Igualmente, la Confiep ha anunciado que hasta la fecha ha recaudado cerca de US$ 2 millones entre sus 22 gremios asociados, para la compra de equipos médicos que serán donados al sistema de salud. Por su lado, el Banco de Crédito del Perú (BCP) ha donado S/ 100 millones de manera inmediata para aliviar la situación de las familias de extrema pobreza.

Es evidente que los aportes del sector privado se irán incrementando conforme pasen las semanas de la guerra contra el coronavirus en el Perú. Así sucede con los ricos en las sociedades de mercado en situaciones de crisis: defienden con uñas y dientes a la sociedad que les permitió prosperar. Así ha acontecido a lo largo de la historia universal, a contracorriente de los relatos marxistas y colectivistas. Allí donde no hay ricos no hay filantropía ni solidaridad. Los escasos recursos del Estado se los arranchan entre los moribundos.

En otras palabras, el empresariado nacional es la gallina de los huevos de oro. Y algunos pretenden abrirle las entrañas para extraer más recursos, justo cuando se avecinan tiempos de recesión y retrocesos sociales.