La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿Cómo entender, pues, la beligerancia nacionalista de Humala sobre el tema? El gobierno nacionalista ha establecido el retiro temporal de la embajada del Perú en Chile luego de haber calificado de “insatisfactoria” la respuesta diplomática del país sureño. Por su lado, Chile, mantendrá en consulta a su embajador en Santiago. De pronto, dos países que habían alcanzado un momento inmejorable de integración económica y social y que se había ratificado con el fallo de La Haya que resolvió todos los problemas limítrofes pendientes entre ambos estados resucitan las tradicionales tensiones del siglo XX. ¿Se justifica semejante estado de cosas? Creemos que de ninguna manera. Es evidente que el espionaje chileno merece una respuesta firme del Perú y se deben establecer satisfacciones y compromisos. Pero también es evidente que el espionaje lo realizó un sector de militares chilenos durante el trámite del diferendo ante La Haya y ya sabemos que ambos lados de la frontera hay quienes quieren la paz y la integración y quienes definitivamente se oponen. En el caso del espionaje, al parecer, algunos militares mapochos no la querían. Los estados modernos son estados abiertos a las relaciones diplomáticas y comerciales y, en las grandes tradiciones democráticas y occidentales, se conocen de recurrentes incidentes de espionaje, tal como sucedió entre Estados Unidos y Alemania, pero tales hechos nunca llegan a enturbiar las relaciones entre los países modernos. Es como si aceptara que las cosas nuevas a veces se enturbian con el pasado. No estamos, pues, en la época de los estados cerrados del siglo XIX, cuando incidentes de este tipo podían desencadenar guerras nacionales. La sensación que produce la reacción del nacionalismo frente al espionaje chileno es una especie de viaje hacia un pasado en el que no existían la integración económica y comercial ni el trascendente fallo de La Haya. En el siglo XIX y el XX los políticos y militares de ambos lados de la frontera manejaban las diferencias entre ambos países sin una agenda de integración. Si bien es cierto nuestro país fue víctima de una agresión y despojo territorial los grandes temas bilaterales se limitaban a la solución de los diferendos limítrofes. Pero desde que ambos países evolucionaron a democracias con economía de mercado se desencadenó un inédito proceso de integración a ambos lados de la frontera con un actor inédito: el empresario. Las inversiones privadas entre Perú y Chile alcanzaron los US$ 20,000 millones. De ese total US$13,000 millones son inversiones chilenas en el Perú y US$ 7,000 millones inversiones peruanas en Chile. Además, el fallo de La Haya impulsó el optimismo y el 2014 el intercambio comercial peruano-chileno creció más de 14%. El optimismo también alcanzó a las poblaciones y disparó la migración de manera impresionante: casi el 50% del 1’446,689 turistas que llegaron al Perú el 2014 fueron chilenos. Y el tráfico de personas entre Tacna y Arica alcanzó el pico histórico de 5.5 millones de traspasos. Perú y Chile son dos pilares de la Alianza del Pacífico y los empresarios de ambos países, incluso, tienen estrategias comunes para invertir a los dos lados de la frontera y para exportar en mercados gigantescos como la China y la India. Bajo el impulso de la Alianza del Pacífico se han comenzado a instalar oficinas comerciales conjuntas en diversos países asiáticos. ¿Cómo entender, pues, la beligerancia nacionalista de Humala sobre el tema? ¿Acaso no está claro que el espionaje lo realizó un sector chileno que no quiere la paz? ¿Acaso no queda claro que la mayoría de políticos y empresarios chilenos están a favor de la integración? El desborde nacionalista sobre el tema nos recuerda ese peligroso neomilitarismo que siempre fue una amenaza para la paz y la democracia. 09 - Mar - 2015
COMENTARIOS