La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Luego del fracaso del golpe de Pedro Castillo, el Perú parece haberse salvado de la asamblea constituyente, de las expropiaciones y de las nacionalizaciones. Sin embargo, de lo que no parece estar a salvo es del intento de algunos sectores del empresariado y del sindicalismo de convertir al Estado en “el gran director de un proceso de industrialización”. Es decir, el viejo modelo cepalino del siglo pasado, en el que el Estado elige determinados sectores para la industrialización.
El congresista José Jerí de Somos Perú acaba de proponer el proyecto 5892, “Nueva Ley de Industrias”, en el que se plantea elegir siete sectores para industrializarse y aplicar exoneraciones tributarias en renta, en IGV, en el impuesto predial. Asimismo, se plantea la resurrección de la banca de fomento, que ha fracasado en décadas pasadas permitiendo que el Estado garantice los créditos a las micro, pequeñas y medianas empresas.
El proyecto a nuestro entender cambia el régimen económico establecido en la Constitución Política porque, de una u otra manera, se modifica el papel subsidiario del Estado con respecto al sector privado. ¿Por qué? Ahora el Estado se convierte en “el director de la industrialización”; es decir, ya no es subsidiario con respecto al desarrollo de los mercados y el sector privado. Cuando la industrialización se empantane y surjan observaciones y reparos en otros países que exijan el cumplimiento de los acuerdos establecidos en los 22 tratados de libre comercio –firmados por el Perú– el dirigismo industrialista inevitablemente se profundizará, exigiendo aranceles y tipos de cambio especiales. Y, tarde o temprano, el modelo hará agua, como ha sucedido en toda América Latina, sucedió con el velasquismo en el Perú, y a acaece hoy en Argentina.
La idea de crear una industria y generar empleo artificial en base a la dirección del Estado y los burócratas es la viga maestra del modelo de sustitución de importaciones que nos llevó a la hiperinflación en los años ochenta, que empobreció a más del 60% de la población e inviabilizó el país. Una suma de exoneraciones y créditos de fomento otorgados por el Estado creará una industria y un empleo dependientes del Estado –tal como sucede en Argentina– hasta que reviente la crisis fiscal y se exija radicalizar el modelo de sustitución de importaciones. De una u otra manera, el proyecto 5892 significa abrir las puertas de una amenaza que no solo tiene que ver con el crecimiento y la reducción de la pobreza, sino también con la democracia. Si el modelo de sustitución de importaciones hubiese estado vigente, a Pedro Castillo solo le hubiese bastado aumentar determinadas partidas para controlar una sociedad dependiente de la dádiva estatal.
La propuesta, pues, es demasiado peligrosa. Es evidente que el Perú está en recesión y algunas industrias y empleos están en problemas. No hay duda. Sin embargo, no se debe olvidar que el actual modelo ha posibilitado que la industria participe con el 16.5% del PBI. En otras palabras, es el sector que más aporta a la economía nacional.
Para enfrentar la recesión y salvar la industria nacional y el empleo no se necesita un Estado que elija sectores que salvar, no se necesitan burócratas con poder eligiendo a los industriales ganadores. De ninguna manera. Necesitamos con urgencia una reforma tributaria y una reforma laboral. Necesitamos simplificar los tributos en dos sistemas: uno promocional a favor de la pequeña empresa y otro regular para las demás compañías. Igualmente necesitamos plena libertad en los contratos de trabajo para formalizar el empleo y aumentar la productividad de los sectores de la economía.
Asimismo, para salvar la industria y el empleo, necesitamos acabar con el Estado burocrático que se ha convertido en el peor enemigo de la industrialización del país.
De ninguna manera debemos permitir que la recesión desate la desesperación de determinados sectores empresariales y sindicales y nos lleven a la argentinización de nuestro modelo, en el preciso momento que, en Argentina, se quiere aprender de nuestra macroeconomía nacional. ¡Increíble!
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