En el mundo se controla a las oenegés. ¡En el Perú no se quiere!

Luego de varias semanas de debate con respecto al proyecto de ley aprobado en la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso que busca ampliar las funciones de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI) en el control y fiscalización de los fondos que reciben las oenegés del exterior, la pregunta que emerge es, ¿cómo se explica toda la oposición y movilización nacional e internacional en contra de esta iniciativa?

Desde los oficios de una buena voluntad es difícil entender semejante oposición que se ha levantado. No se entiende. ¿Por qué? Porque los mismos criterios de regulación, fiscalización y control que se propone en la iniciativa aprobada en la Comisión de Relaciones Exteriores con respecto a las oenegés existen en las legislaciones de los Estados Unidos, del Reino Unido, Canadá y otros países occidentales. ¿Cómo se explica el pronunciamiento de 16 embajadas que pretenden criticar los acuerdos del Legislativo nacional, no obstante que en sus respectivos países se aplica una legislación parecida, incluso con penas más severas? ¿Qué puede haber llevado a algunas representaciones diplomáticas a entrometerse en asuntos nacionales, no obstante que lo único que se pretendía era replicar la legislación de los principales países occidentales?

Difícil entender las cosas. Por otro lado, en América Latina los senados de Argentina y Paraguay acaban de aprobar iniciativas parecidas –que deben ser ratificadas por las respectivas cámaras de diputados– que buscan establecer el control y la fiscalización de los recursos que reciben las oenegés del exterior. En los señalados proyectos, inclusive, se habla de un registro del Estado bajo supervisión de los ministerios de Economía.

El tema del control y fiscalización de los recursos de las oenegés, pues, es un asunto universal que atraviesa a todas las sociedades democráticas. En los países autoritarios, sin equilibrio de poderes ni control del poder político, este tipo de problemas no se presentan. El motivo: generalmente la labor de las oenegés es extremadamente restringida por los regímenes totalitarios.

En las democracias occidentales los recursos de los partidos políticos que desarrollan vida pública y construyen las políticas públicas son fiscalizados por el Estado y la sociedad. En las democracias anglosajonas –en donde prosperan las libertades e instituciones– se exige que todos los aportes de los privados se bancaricen y se declaren ante las autoridades. En las democracias europeas, en los países latinoamericanos y en el Perú se establecen topes y límites a los aportes privados. En cualquier situación es incuestionable que los partidos políticos están bajo el ojo público en las democracias occidentales.

Algo más. Los partidos, en el desarrollo de las políticas públicas, son controlados por los electores a través de las victorias o las derrotas en los comicios. Sucede a veces que los ciudadanos decretan la extinción de los partidos mediante el rechazo electoral permanente.

Bajo todas estas consideraciones surge la necesidad de controlar y fiscalizar a las oenegés. Las democracias más desarrolladas y consolidadas lo hacen, ¿por qué extraña razón entonces alguien pretende convertir al Perú en una sociedad sin control sobre las oenegés?