Editorial Política

En democracia, los presidentes no lideran referéndums

Apuntes sobre las reformas y la coyuntura

En democracia, los presidentes no lideran referéndums
  • 08 de agosto del 2018

 

No es ninguna casualidad que el artículo 206 de nuestra Carta Política establezca con absoluta claridad que el poder constituyente o de reforma constitucional solo reside en el Congreso de la República. Las reformas constitucionales en la democracia peruana se aprueban de la siguiente manera: mediante dos legislaturas ordinarias sucesivas (con el voto de los dos tercios de la representación nacional) o a través de referéndum, luego de que el Legislativo apruebe la reforma con mayoría absoluta. Y no es casualidad porque, en la historia de las democracias, los referéndums han sido utilizados por los dictadores de todas las estirpes para destruir las democracias y someter a las sociedades.

Ejemplos al respecto sobran. La creación del cargo de Führer, que unificaba la Cancillería y la Presidencia de Alemania luego de la muerte de Hindenburg, desató el holocausto nazi encumbrando a Hitler. Hugo Chávez organizó la tragedia humanitaria en Venezuela a punta de referéndums: primero para destrozar la Constitución, y luego para perpetuarse en el poder. El fujimorato de los noventa también echó mano de los referéndums y ni qué decir de las experiencias bolivarianas actuales. Por todas estas consideraciones la democracia solo puede reposar en las democracias representativas, y utilizar en situaciones extremas la democracia directa. De lo contrario, cualquier demagogo podría apoderarse de las sociedades abiertas.

El presidente Vizcarra ha comenzado a creer que gobernar es liderar la reforma judicial mediante un referéndum. Se equivoca de cabo a rabo. Peor aún cuando envuelve sus propuestas con iniciativas de reforma política que solo rezuman demagogia y que terminarán liquidando los escasos avances en nuestra democracia representativa.

En un arrebato de populismo político, el jefe de Estado sigue proponiendo la no reelección de los congresistas y un sistema bicameral de solo 130 representantes. El Perú necesita una clase política para no padecer a los improvisados que llegan al Congreso (desde los robacables hasta las yesenias). Y una clase política solo se gesta a través de varios periodos en los parlamentos y los gobiernos subnacionales. De esa manera han surgido todas las élites políticas en las democracias longevas. No deberíamos entonces estar discutiendo si se reelige o no a los congresistas para que el jefe de Estado suba unos puntitos en las encuestas. Más aún cuando diversos estudios señalan que la tasa de reelección en el Congreso no ha sobrepasado el 30% en las últimas elecciones. Muy por el contrario, deberíamos reflexionar sobre si eliminamos la absurda prohibición de reelección para las autoridades subnacionales.

Pero no solo es el circo romano que se pretende organizar con la no reelección congresal. El absurdo llega a lo ridículo cuando se propone un Congreso bicameral de solo 130 representantes. Todos los estudios y análisis señalan que la democracia peruana está subrepresentada y que se necesita reformar los sistemas de elección ampliando el número de congresistas. Finalmente la democracia cuesta. Así son las cosas en las sociedades abiertas. Si el presidente Vizcarra considera que todo es asunto de popularidad, ¿por qué caer en la extraña contradicción de proponer la no reelección congresal y un Congreso bicameral al mismo tiempo? El jefe de Estado está muy mal asesorado o quizá desesperado por el asunto de la popularidad.

El gran problema de estas propuestas populistas es que sacan los reflectores de la urgente convergencia que el Ejecutivo y el Legislativo deberían procesar alrededor de la reforma judicial, y ponen en peligro un momento único a favor de las transformaciones en el sistema de justicia. Y también llevan a creer que gobernar solo significa liderar las reformas constitucionales. Gobernar también es reconstruir el norte y enfrentar la inseguridad ciudadana.

 

  • 08 de agosto del 2018

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