La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Una aproximación a las causas del evidente descontento popular en las regiones
Los posibles resultados de las elecciones subnacionales de este domingo, de una u otra manera, confirmarán que el Estado y el sistema político se muestran absolutamente incapaces de representar a las sociedades regionales y locales que han emergido en las últimas décadas. No obstante que las reformas económicas permitieron el regreso de los capitales a la minería el agro, desarrollando uno de los procesos de descentralización económica y social más impresionantes de nuestra historia, grandes sectores de ciudadanos en las regiones y provincias están irritados contra del Estado.
Los ejemplos paradigmáticos de ese ánimo lo representan los posibles triunfos de Gregorio Santos en Cajamarca y Walter Aduviri en Puno. Considerando el crecimiento económico y la impresionante reducción de la pobreza en las últimas décadas, ¿cómo es posible que el colectivismo radical represente mayoritariamente la frustración de cajamarquinos y puneños? La fórmula es simple: un Estado que solo se hace presente para cobrar tributos confiscatorios, desarrollar regulaciones laborables imposibles de cumplir, y una serie de murallas legales y burocráticas que solo alientan la informalidad en el 60% de la economía.
Puno, por ejemplo, es una sociedad informal de mercado muy extendida, donde la mayoría se reclama empresaria y dueña de un negocio. Sin embargo, podría terminar votando por Aduviri –antes lo hicieron por el nacionalismo y otros radicalismos– como una manera de protestar contra este Estado que solo cobra y crea burocracia, pero que no entrega ningún servicio.
Si uno analiza con detenimiento las demandas de los cajamarquinos se percatará de que, en realidad, antes que oponerse a la minería se busca participar de los beneficios de la extracción de recursos naturales. Sobre esas desazones se produce la manipulación del ecologismo radical y los extremismos de diverso apellido. Durante muchos años, el gobierno regional y los municipios recibieron grandes cantidades de dinero por el canon, pero no hay obra. En la ciudad de Cajamarca, como en el siglo pasado, solo hay agua potable por horas. No obstante las acusaciones documentadas contra Santos, los cajamarquinos –parafraseando la campaña villaranista en Lima- podrían elegir a una autoridad que “roba y no hace obra”. ¿Por qué? De alguna manera hay que expresar la sensación de excluido de los beneficios de la minería.
Si a esta realidad le sumamos el hecho de que los llamados partidos políticos han sido incapaces de representar el sentimiento anti Estado que se extiende en el interior, dejando la cancha libre a los radicalismos y colectivismos, entonces, tenemos la fórmula perfecta que explica el porqué ciertos extremismos podrían ganar importantes regiones del país.
Paradójicamente, son las empresas privadas que invierten en recursos naturales y el agro las entidades que más cerca están de las comunidades y localidades del interior. Las compañías pagan sus impuestos, pero la gente no ve los resultados. Las compañías desarrollan una impresionante labor social elevando sus costos, pero ellas no pueden suplir al Estado en infraestructura y demás servicios. Las empresas, finalmente, no son agencias gubernamentales. En medio de esas fisuras actúan los colectivismos extremistas y los ecologistas radicales para atacar a las compañías y el Estado, creando un “binomio demoniáco” contra el cual se votará en algunas regiones.
Las elecciones subnacionales confirmarán que nuestro crecimiento con democracia y mercado tiene todavía una enfermedad grave: un Estado del siglo pasado, una política deficiente y una crisis total de representación de las sociedades populares del interior en el espacio público.
2 Oct 2014
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