El Perú en modo anticapitalista

No obstante que los organismos internacionales elevan las proyecciones de crecimiento para la economía peruana, que el PBI creció 7.81% en abril, que se acumula un crecimiento en el primer trimestre del orden del 5%, que se incrementa la recaudación y que el entorno internacional sigue absolutamente favorable para el país, desde la renuncia de Kuczynski, el Ejecutivo y el Congreso solo han dado medidas en contra de la inversión o han expresado indiferencia frente a temas sensibles para el desarrollo empresarial.

En el Ejecutivo se dio marcha atrás en la firma de cinco contratos petroleros, por la presión de un grupo de pescadores, y se puso en la mesa de negociación la política tributaria y los contratos de peajes, por la presión de un sector de transportistas. Igualmente se publicó el sistema de octógonos prohibitivos para las etiquetas de alimentos industriales, una medida claramente anti industrial que solo se aplica en Chile. Y el ala anti inversión del Gabinete Villanueva se opone abiertamente a la extensión de la vigencia de la Ley de Promoción Agraria, la única norma laboral que ha funcionado en los últimos 18 años.

En el Congreso, por su lado, no se insistió en la ley que establece el sistema de semáforos para las etiquetas de los alimentos industriales, que se aplica en la mayor parte del planeta, y se guarda una extraña indiferencia frente a la urgencia de ampliar la extensión de la Ley de Promoción Agraria. Y, por otro lado, en la mayoría legislativa no asoma una voluntad de transformar el país, de liderar un paquete de reformas, pese a contar con los votos suficientes.

En este contexto antirreformista en general, un sector pretende convertir la defensa del subsidio estatal a los medios de comunicación en una defensa de “la libertad de prensa”, e incluso de la economía de mercado, no obstante la naturaleza absolutamente mercantilista de la argumentación.

En otras palabras, el Ejecutivo y el Legislativo parecen haberse puesto en modo anticapitalista en el preciso momento en que se presentan todas las condiciones para que a economía nacional vuelva a adquirir velocidad crucero. Pero no solo son el Ejecutivo y el Legislativo, sino también gran parte de la sociedad. Por ejemplo, el presidente Vizcarra, muy mal asesorado, señala que grandes empresas adeudan cerca del 1% del PBI al Estado, no obstante que esas supuestas deudas (más del 70% en intereses) están en litigio en el Tribunal Fiscal, el Poder Judicial y el Ciadi del Banco Mundial. En el acto un sector de obispos, alentados por el nuevo cardenal —Pedro Barreto, de clara orientación izquierdista y anti inversión minera— se pronuncia señalando que las grandes empresas no pagan impuestos en el Perú, pese a que el 0.5% de los contribuyentes —es decir los diez principales contribuyentes del país— aportan el 83% del total de ingreso fiscales.

Considerando que el Perú atraviesa uno de los mejores momentos económicos y sociales de su historia debido al crecimiento —en base a la inversión privada— que ha posibilitado triplicar el PBI, reducir la pobreza (del 60% de la población a solo 20%) y expandir las clases medias como nunca en la historia, ¿cómo se puede explicar este ventarrón anticapitalista que sopla desde el Estado y la sociedad?

Lo peor de todo es que muchos no parecen percibir el peculiar momento del país. Y pese a que en las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016, de una u otra manera, chocaron dos modelos económicos y sociales; y si el antisistema no llegó al poder solo se explica porque el azar jugó a favor de las libertades políticas y económicas.

A entender de este portal, semejante estado de cosas se explica porque los sectores que defienden la democracia y la economía de mercado han comenzado a perder largamente la batalla ideológica y cultural frente a la maquinaria de ideas de los actores a favor del antisistema. Algunos creen que la democracia y el mercado pueden sobrevivir sin la guerra de ideas.