Editorial Política

El “nuevo modelo” colectivista es viejo y causa tragedias

Regresan los defensores del estado-empresario y el proteccionismo

El “nuevo modelo” colectivista es viejo y causa tragedias
  • 29 de octubre del 2020

Luego del desastre del Ejecutivo en el manejo de la pandemia, que desató una megarrecesión sin precedentes, la crisis económica se entremezcla con la crisis política e institucional. Hasta antes de la crisis sanitaria se solía decir que la crisis política –que se había instalado en la experiencia republicana desde la caída del fujimorato– corría por cuerda separada con respecto a la economía. Hoy ya no es así. En otras palabras, el deterioro institucional, político y social del país cuestiona directamente el modelo económico que prosperó al amparo de la Constitución de 1993.

En otras palabras, la idea del estado subsidiario de la actividad privada, el respeto irrestricto a los contratos entre los privados, el respeto a la propiedad privada, la desregulación de precios y mercados, y la prohibición de las diversas formas de proteccionismo, consagrados en la Carta Política de 1993, hoy son cuestionados por el estribillo vacío del “neoliberalismo”. 

Con esta ofensiva en contra de la economía libre se embiste contra el modelo que posibilitó triplicar el PBI, reducir la pobreza (del 60% de la población a solo 20%), convertir al país en una sociedad de ingreso medio, descentralizar la renta nacional (mediante el canon minero) y derribar las cordilleras que separaban al mundo criollo de las sociedades andinas, mediante el surgimiento de una burguesía nacional y los mercados emergentes. En otras palabras, se cuestiona el modelo económico que ha creado el mejor momento económico y social de nuestra historia.

La prueba de que la oleada populista y colectivista avanza es que el Ejecutivo y el Congreso, durante la pandemia y la emergencia, en la práctica, desarrollaron una competencia por qué entidad era la más populista, en la que el Congreso empieza a sacar ventaja. Estas propuestas y decisiones irresponsables ahorcan y debilitan al sector privado, ignorando que este sector aporta el 80% de los ingresos fiscales y provee el 80% del empleo.

Pero, ¿cuál es la propuesta de los que pretenden cargarse el modelo actual? Sin lugar a dudas estos sectores proponen el regreso del estado-empresario; es decir, el retorno de un estado que hace empresa al margen de cualquier criterio de productividad. Hasta antes de las reformas de los noventa, el Estado en el Perú manejaba cerca de 200 empresas y era el principal proveedor de empleo. Pero ¡oh sorpresa!, el Estado fue tan pobre que al final del primer gobierno aprista tuvo -US$ 100 millones en reservas internacionales. Y, ¿por qué era tan pobre? Porque la falta de respeto a los contratos y la propiedad privada, así como el proteccionismo y las sobrerregulaciones, simplemente acabaron con el sector privado empresarial. El Estado entonces era un gigante que no podía cobrar impuestos. Era un gigante lleno de adiposidades y sin recursos.

¿Cuál fue la solución? Emitir billetes sin respaldo. Se desató la inflación que luego se convirtió en hiperinflación. Sin sector privado que produjera no hubo arroz ni leche, y la gente formó colas por productos básicos y luego comenzó a comerse a sus mascotas. En otras palabras, la tragedia venezolana de hoy se escenificó primero en el Perú.

Pero, ¿cómo así se emitía billetes sin respaldo? En ese entonces el BCR no era una entidad autónoma que preservara el valor de la moneda, y no desarrollaba una política monetaria responsable. Increíblemente los congresistas de Podemos hoy exigen que el BCR financie los huecos fiscales que crean las leyes irresponsables. Es decir, exigen que suceda lo que pasó en los ochenta con la hiperinflación. No es novedad. En Chile, en Bolivia y en Argentina los populistas y los radicales exigen que se acabe con las políticas monetarias responsables.

La propuesta de quienes cuestionan el actual modelo económico, entonces, es tan vieja como todas las tragedias latinoamericanas. Es la propuesta de convertir al Perú y a la región en una fábrica de pobres, de una inmensa clientela que sobreviva al amparo de un estado adiposo que solo reparta pobreza, mientras el caudillo, el partido, o la corriente ideológica se perpetúan en el poder.

De allí la enorme importancia de defender el modelo con uñas y dientes, de entender que sin defensa del mercado y del sector privado no se defiende el sistema republicano ni se lucha contra el autoritarismo.

  • 29 de octubre del 2020

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