Editorial Política

El Muro de Berlín laboral

El  Muro de Berlín laboral
  • 05 de septiembre del 2014

¿Por qué mantener una legislación que le quita competitividad a las empresas?

De una u otra manera, todos llegamos a contemporizar con el hecho de que la economía peruana sea una de las más informales de América Latina: las cifras nos indican que cerca del 70% de las actividades económicas se realizan extralegalmente.

En la última década, el país creció en promedio 6% anual y redujo la pobreza en más de la mitad, y el optimismo se extendió a diestra y siniestra. No había de qué preocuparse, porque el sector privado y el propio Estado continuaban avanzando a horcajadas entre la formalidad y la informalidad.  Pero la desaceleración económica nos obliga a mirar las costuras de un crecimiento que empieza a traquetear.

Una parte del sector formal (30% de la economía), que soporta una de las presiones tributarias más altas de América Latina, siempre tiene un pie en la informalidad, en tanto que la mayoría del llamado sector emergente se las ingenia para no entrar a ella. Hasta el Estado rehúye a la propia formalidad eludiendo su ley de contrataciones para licitar con la empresa privada. Si las empresas transnacionales pudieran ser informales seguramente lo serían, pero les es imposible. Pero para quedarse atónitos, la informalidad ya se transnacionalizó en el Perú: existen capitales asiáticos en minería informal y compra de tierras.

Uno de los principales temas de exclusión social vinculados a la informalidad tiene que ver con que más del 60% de los trabajadores empleados por las Pymes no tiene derechos laborales. El motivo: la legislación laboral es un Muro de Berlín difícil de derribar.

En el último Reporte de Competitividad 2014-2015, publicado por el Foro Económico Mundial (World Economic Forum), el Perú cae cuatro posiciones ubicándose en el puesto 65 del ranking general. Entre las razones del descenso, el informe menciona la ineficiencia burocrática del gobierno, la corrupción y las sobrerregulaciones laborales.

Los sobrecostos laborales en el Perú están entre los más altos de América Latina, especialmente entre los países de la Alianza del Pacífico. Según el Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDP) de la Cámara de Comercio de Lima, los formales tienen que asumir hasta un 60% de sobrecostos laborales mientras que en Colombia alcanzan 54%, México 36% y Chile 32%. ¿Cuál es la razón para mantener una legislación que le resta competitividad y productividad a la mayoría de empresas?

Una vez más las explicaciones tenemos que encontrarlas en la cultura, los consensos políticos y la demonización del empresariado. Como la economía de mercado se gestó por “descarte y única opción” ante el hundimiento populista de fines de los ochenta, no hubo reforma cultural y política a favor de la libertad económica y permanecieron verdaderas fortalezas populistas y estatistas. Una de ellas es la creencia de que la “protección” del trabajador frente al “abuso empresarial” debe orientar el espíritu de la legislación laboral. Esta ideología fue utilizada sostenidamente por la aristocracia obrera de la CGTP que hoy ya no representa a nadie, ni siquiera a los sindicatos de construcción civil (controlados por la delincuencia).

Cuando uno visita Gamarra e informa a los empresarios que el sueldo mínimo en el Perú es de 750 soles todos se miran unos a otros y luego señalan que nadie gana tan bajo en el emporio comercial. El sueldo promedio oscila entre los 1,200 y 1500 soles y hay operarios a quienes se les paga como técnicos de alta calificación. Semejantes relaciones laborales extralegales están normadas por contratos informales que todos cumplen con fidelidad sagrada. Allí el trabajador calificado impone todas las condiciones que le permite el mercado, pero el que no sirve simplemente sale. Es el reino de la pura meritocracia ¿Por qué esas relaciones laborales no pueden convertirse en la base de un nuevo ordenamiento laboral que incremente la productividad? Por la sencilla razón que el empresario en el país está demonizado. Nada más.

Una de las razones del porqué el Estado se ha convertido en una rémora del crecimiento económico y fuente de toda la informalidad se debe a que los diversos intentos de transformar ese mismo Estado han venido de arriba hacia abajo en vez de hacerlo de abajo hacia arriba. En contra de lo que suelen decir nuestros sociólogos de la izquierda, en el mundo emergente donde bullen los mercados populares están las bases para un nuevo contrato social que nos permita construir una sociedad absolutamente abierta.

(05/09/2014)

  • 05 de septiembre del 2014

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