La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La tercera toma de Lima convocada por el Movimiento de Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef), las corrientes comunistas vinculadas al maoísmo y al eje bolivariano y todos los sectores progresistas del país, fracasó en todos sus objetivos. Ni Pedro Castillo será repuesto en el poder ni caerán el Ejecutivo ni el Congreso. Y por otro lado, la posibilidad de una asamblea constituyente no existe.
A nivel nacional la convocatoria apenas logró sumar alrededor de 5,000 manifestantes en Lima y algunos núcleos reducidos en provincias. La mayoría de las provincias del sur trabajaron normalmente y hubo algunos bloqueos de carreteras sin importancia. Algo que merece destacarse y subrayarse: la Policía Nacional del Perú (PNP) hizo una impresionante demostración de profesionalismo en la avenida Abancay, que la coloca al lado de las mejores policías democráticas del planeta. Contra cualquier pronóstico, la PNP dejó pasar una marcha de alrededor de 5,000 personas hacia las puertas del Congreso para luego –en un clásico movimiento que evoca el de las legiones romanas– partir la marcha en dos grandes bloques. Casi sin necesidad de usar gases lacrimógenos, solo con los escudos y la fuerza física, todo fue controlado.
¿Qué balance nos deja el fracaso de la tercera toma de Lima? Es evidente que las mayorías nacionales, sobre todo las de las provincias del sur, están focalizadas en reactivar la economía, generar empleo y salvar las economías familiares, luego de que las olas de violencia del verano pasado sumieron a las sociedades sureñas en recesión. Los mandos comunistas y bolivarianos, pues, se equivocaron de principio a fin al pretender reeditar las jornadas de violencia luego del golpe fallido de Pedro Castillo, en las que los núcleos radicales atacaron aeropuertos y comisarías, dejando un lamentable y trágico saldo de más de 60 muertes.
El fracaso de la tercera toma de Lima revela, de una u otra manera, que la oposición radical de las vanguardias comunistas se ha debilitado considerablemente, y que las mayorías nacionales están por mantener la estabilidad democrática y la continuidad de las instituciones republicanas. Una extraordinaria noticia para quienes pretendemos construir una sociedad en la que predomine el gobierno de las instituciones, el equilibrio de poderes, el control del poder político y la economía de mercado.
Sin embargo, debemos plantear algunas reflexiones a considerar ante el fracaso del plan radical llamado la tercera toma de Lima. Una de ellas, muy reveladora, nos indica que las minorías comunistas realmente son insignificantes cuando no ejercen la violencia, cuando no utilizan métodos milicianos, y cuando no atacan activos nacionales y a la PNP. No pudieron ejercer la violencia por el rechazo de la mayoría de la sociedad y por las previsiones tomadas por la PNP. El resultado: el fracaso total por la ínfima convocatoria nacional y sin muertes que lamentar.
Otra conclusión evidente es que la derrota de la tercera toma de Lima, al margen de cualquier voluntad, termina fortaleciendo al Gobierno de Dina Boluarte y al gabinete que preside Alberto Otárola. De igual manera fortalece la continuidad institucional del Congreso de la República y, en general, de las instituciones republicanas que enfrentaron el golpe de Castillo en diciembre del 2022.
En este contexto, las amenazas a la gobernabilidad, principalmente, ya no provienen de fuera del Ejecutivo y la institucionalidad democrática. Igualmente, la feroz campaña progresista en contra del Congreso –que señalaba que esta entidad tiene menos de 10% de aprobación y que, por lo tanto, deberían adelantarse las elecciones– también pierde fuerza porque las mayorías no se plegaron a la llamada tercera toma de Lima.
Planteada las cosas así, es evidente que las amenazas a la gobernabilidad provendrán de los propios yerros del Ejecutivo. Si la falta de gobernabilidad y eficiencia continúan, si se siguen sumando denuncias de corrupción, entonces el Gobierno entrará en crisis general por mano propia. En ese sentido, ¿cómo capitalizará el Ejecutivo la derrota de la tercera toma de Lima? Es una pregunta crucial. ¿Acaso será capaz de relanzar el crecimiento, de materializar un shock de inversiones en el sur,y acelerar las obras de prevención ante El Niño que se avecina?
En este contexto, todo indica que una de las claves para organizar la gobernabilidad es que surja una oposición democrática dentro y fuera del Congreso. Una oposición que lidere una crítica firme y justa ante los yerros del Gobierno y, al mismo tiempo, sea capaz de defender a la democracia de las amenazas del eje bolivariano y las campañas progresistas.
Se necesita, pues, una oposición democrática que represente el legítimo sentimiento de irritación de la gente ante la destrucción nacional que desató el gobierno de Pedro Castillo y frente a las ineficiencias y yerros del gobierno de Dina Boluarte. Una oposición que deje un mensaje clarísimo: los únicos responsables del aumento de pobreza y la desorganización institucional del país son las izquierdas comunistas y progresistas. Es decir, las izquierdas que acaban de fracasar en la llamada tercera toma de Lima.
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