La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Los filósofos e intelectuales –y en general la gente con cierta sabiduría– suelen repetir un viejo aserto que señala que una buena idea vale más que cualquier ejército. Si una idea es buena, en el mediano y largo plazo los ejércitos que se oponen a ella suelen disolverse ante la materialización del ideal.
Si bien la convergencia de demócratas, conservadores y liberales en el Foro de Madrid, en defensa de la democracia y las libertades, ya representa una poderosa movilización en Iberoamérica, es incuestionable que el potencial de sus aproximaciones e ideas produce temblores en los enemigos de la libertad en España y las américas hispanas (o en la región latinoamericana). Únicamente bajo esas premisas se puede entender los pronunciamientos de Pedro Castillo, del Foro de Sao Paulo y de todas las corrientes comunistas y colectivistas de la región ante la reunión del Foro de Madrid el 29 y 30 de marzo en Lima. La artillería en contra del evento provino de todos los rincones del llamado socialismo del siglo XXI; incluso, desde la propia Cuba.
Más de 800 personas –entre políticos, congresistas, intelectuales y empresarios– se reunieron en Lima para respaldar la defensa del Estado de derecho que desarrollan los peruanos, las instituciones democráticas civiles y las fuerzas armadas y la policía nacional del Perú (PNP), en contra del golpe de Estado fallido de Castillo. Un antecedente de esta extraordinaria movilización internacional se materializó en la Carta Abierta que envió el Foro de Madrid a Luis Almagro, secretario general de la OEA, en que se denunciaba el artero golpe de Castillo. La misiva fue firmada por 118 parlamentarios de Europa y América Latina.
El espaldarazo del Foro de Madrid en defensa del Estado de derecho en el Perú se produjo en el preciso momento en que los gobiernos de izquierda en la región, vinculados al Foro de Sao Paulo, han priorizado el llamado “internacionalismo proletario” antes que la defensa de la democracia, el sistema interamericano, los tratados internacionales y el principio de no injerencia en asuntos internos.
Como en las épocas de la Guerra Fría del siglo pasado, los gobiernos de México, Venezuela, Cuba, Colombia, Bolivia y Chile pretenden convertir a un golpista, a un vulgar enemigo de la Constitución y del Estado de derecho, “en un hombre humilde de los Andes, expulsado del poder por las oligarquías europeas del país”. Sin embargo, los delirios sobre “la humildad de Castillo”, no solo forman parte de los gobiernos de izquierda, sino también de los grandes medios occidentales que han cultivado “un sentimiento de culpa colonial”, que los lleva a plegarse a las fantasías progresistas y se convierten en instrumento de las estrategias autoritarias de las izquierdas comunistas.
En este contexto, el respaldo del Foro de Madrid al Perú es enorme.
Por otro lado, la idea que subyace a esta disímil y variopinta convergencia de demócratas de Iberoamérica en el Foro de Madrid es el rescate y la continuidad de la hispanidad. En otras palabras, la voluntad de enfrentar la leyenda negra en contra de España, que niega el mestizaje de las sociedades latinoamericanas y afirma otro delirio intelectual que propone construir entelequias étnicas (pueblos originarios) como la base de la reorganización de las repúblicas que han surgido en los últimos dos siglos, luego de la independencia de la corona española.
Uno de los grandes problemas de los demócratas de Iberoamérica es que creyeron que solo bastaba defender la inversión y el crecimiento para preservar las libertades. El surgimiento de gobiernos comunistas en Perú y Chile es una forma de estrellarse contra la realidad, que nos recuerda que el hombre no solo se alimenta de comidas, sino que también se nutre de cultura, de historias y narrativas. En ese contexto, la movilización de los demócratas, conservadores y liberales, buscando reconstruir los espacios de la hispanidad debe ser lo más aterrador que han vislumbrado las corrientes comunistas en la región.
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