Editorial Política

¡El chavismo bolivariano quiere el cobre del Perú!

Ya se apropió del petróleo de Venezuela y el gas de Bolivia

¡El chavismo bolivariano quiere el cobre del Perú!
  • 14 de marzo del 2021

Una de las preguntas que deberíamos formularnos es por qué las corrientes comunistas y colectivistas suelen construir una industria de leyendas, mentiras y múltiples estrategias de desinformación para bloquear las inversiones mineras. Sobre todo las de cobre, en los precisos momentos en que la libra de este metal supera los US$ 4 dólares. Algunos años atrás el comunismo en América Latina se propuso capturar las mayores reservas del petróleo del planeta. Lo logró. Hoy Venezuela se ha convertido en un régimen colectivista y autoritario y, pese a sus gigantescas reservas petroleras, los venezolanos sufren una tragedia humanitaria.

¿A qué se deben estas disquisiciones? El Perú está entre las tres naciones del mundo con mayores reservas de cobre del mundo. Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, los países con mayores reservas de cobre del planeta son Chile, Australia, Perú, México, China y los Estados Unidos. De acuerdo a ciertas proyecciones, nuestro país todavía tiene el 13% de las reservas mundiales del metal rojo.

Las proyecciones sobre el futuro del cobre podrían explicar nuestra condición de país subdesarrollado o la posibilidad de alcanzar el desarrollo. El cobre es el metal del futuro. Debido a su alta conductividad y capacidad de transmitir voz y datos (solo superada por la plata) el cobre se utiliza en transporte, cables eléctricos, telefonía, electrónica, computadores, trenes, barcos, aviones e incluso vehículos espaciales. Un ejemplo para graficar la creciente importancia del cobre: los autos modernos utilizan hoy en promedio 20 kilos de cobre, el doble de lo empleado en la década del setenta. Más electrónica, entonces, demanda más cobre.

Por todas estas consideraciones es imposible imaginar la renovación del parque automotor del planeta con los autos eléctricos –para reducir las emisiones de carbono– sin el cobre. Igualmente es imposible imaginar los generadores eólicos (energías alternativas) sin el metal rojo. Semejantes hechos explican que la libra del cobre se siga disparando en medio de la pandemia y ante la ausencia de nuevos proyectos de exploración. Es decir, las minas envejecen y la demanda sigue multiplicándose. Vale señalar que la producción de cobre mundial se incrementó de 500,000 toneladas métricas (TMC) en 1900 hasta llegar a los 22 millones de TMC en la segunda década del siglo XXI. Un crecimiento exponencial.

En este contexto, ¿cómo explicar la ofensiva de las corrientes comunistas y colectivistas en contra de las inversiones de cobre en el país? A estas alturas los argumentos ambientalistas son absolutamente inconsistentes frente a una minería moderna y que respeta los estándares ambientales más rígidos del planeta.

El daño que el radicalismo antiminero le hace a los pobres es inconmensurable. Por ejemplo, Cajamarca es una de las regiones más pobres del país. Sin embargo, si se concretaran las inversiones en las minas de cobre de Conga, Galeno, La Granja, Michiquillay, entre otras, el ingreso per cápita de Cajamarca sería parecido al de cualquier país desarrollado. Con estos nuevos emprendimientos en producción el Perú podría agregar cerca de un millón de TMC a su producción actual de 2.5 millones de TMC, con lo que alcanzaría crecimientos del PBI sobre el 5% anual y lograría reducir la pobreza por debajo del 10% de la población.

Por estas razones es legítimo preguntarse, ¿cuáles son los verdaderos objetivos de las corrientes antimineras que bloquean las inversiones de cobre en el país? Algunas versiones señalan que las oenegés de izquierda buscan favorecer a minas extranjeras, porque cada mina paralizada significa unos centavos más en el cobre que se produce en el extranjero y, claro, más pobreza en el Perú. 

La paralización de inversiones mineras en el país aumenta la pobreza y agrava las condiciones de los excluidos. Algo más: lentifica el crecimiento y arroja las clases medias vulnerables a la pobreza. En este contexto se podría legitimar la estrategia colectivista de cargarle todas las culpas del modelo (mercado con Estado fallido) a la economía de mercado y la inversión privada. En otras palabras, las corrientes comunistas y colectivistas “legitiman su mensaje y se acercan al poder”.

Y si consideramos cómo el chavismo latinoamericano se ha apoderado del petróleo de Venezuela y del gas de Bolivia, es evidente que el cobre del Perú –sobre todo por la crisis política e institucional– es un objetivo posible de concretarse para la tragedia de las mayorías nacionales. Es hora entonces de entender en dónde están los enemigos de los pobres y el desarrollo.

  • 14 de marzo del 2021

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