¡Ejecutivo no quiere privados en vacunación! ¡Devastador error!

La administración Sagasti acaba de recular en la decisión de permitir a los privados importar y distribuir las vacunas contra el Covid. Un error capital que, sin lugar a dudas, puede terminar desatando una crisis de gobernabilidad, considerando la crisis sanitaria y la imposibilidad de controlar el avance de la pandemia.

Esta devastadora decisión se conoce en el preciso momento en que el Estado deja en claro su fracaso de principio a fin en el control de la pandemia y su incapacidad para equipar hospitales con unidades UCI y proveer oxígeno a miles de contagiados que empiezan a morir en los hospitales. Si a estos terribles hechos le agregamos la indolencia y frivolidad del Estado –por decir lo menos– en la compra de las vacunas (para garantizar la inmunización de la sociedad) y el escándalo de las vacunas que compromete al ex presidente Vizcarra y a altos funcionarios, es incuestionable que la decisión de prohibir el aporte de los privados es un portazo en la cara al mejor intento de colaborar para salvar vidas y detener la pandemia.

Si el Estado es incapaz de todo, y encima decide prohibir el aporte masivo del sector privado que podría salvar vidas, ¿qué puede pensar la ciudadanía en general? Si hay un grupo de políticos y allegados que consiguen inmunizarse, mientras miles de peruanos mueren, ¿qué pueden pensar las familias desesperadas? De otro lado, nuestra Constitución, ¿acaso permite una política sanitaria que niega el derecho legítimo de la sociedad, de los ciudadanos y privados a desarrollar una estrategia para salvar vidas? ¿No es hora de que hablen los tribunales, el Congreso y el Tribunal Constitucional? 

Los muertos siguen sumando y se cierran las puertas a los sectores que tienen recursos y gerencia para detener el avance de la pandemia en pocas semanas. ¡No puede ser! La administración Sagasti debe reflexionar por el bien de la gobernabilidad y para evitar que las teorías conspirativas echen raíces. Salvemos vidas y la gobernabilidad.

En un editorial reciente hemos señalado que los afiliados a seguros privados y los del sistema privado de pensiones suman más de 7.5 millones. El Estado, con plena vigilancia médica y científica, podría supervisar una compra masiva de los privados que pondría las vacunas en pocas semanas en el Perú. Todos los intereses confluyen: los seguros privados necesitan inmunizar a sus afiliados para evitar los gastos siderales en camas UCI y tratamientos prolongados. Las AFP necesitan salvar vidas de sus afiliados para garantizar las estrategias previsionales en el mediano y largo plazo.

Si el Estado se decide a sumar esfuerzos, todas las normas y procedimientos se agilizan en un día, con la correspondiente vigilancia médica y científica. Si la Superintendencia de Banca y Seguros lo autorizara, el sistema privado de pensiones quedaría expedito para la gran movilización. De cualquier manera, cuando hay voluntad todos los caminos conducen a Roma y se pueden encontrar fórmulas.

Pero eso no es todo. Las compras corporativas podrían sumar más de 20 millones de dosis para atender la demanda de los familiares de los afiliados. Si se lograra esta proeza, el éxito sería del Estado y del sector privado, tal como sucede en cualquier país desarrollado. Y es evidente que vacunar a más de 20 millones de personas es imposible solo a través de las clínicas y los seguros privados. Se necesitaría el enorme aparato sanitario del Ministerio de Salud. Y la mayoría de los recursos del Estado se focalizarían en los más pobres.

En otras palabras, la participación del sector privado demostraría que se puede gestar una alianza público privada para inmunizar a la mayoría de la población, detener la pandemia, bajar dramáticamente la letalidad y destinar recursos a las regiones y sectores en donde no se logre controlar el avance de la pandemia.

Si el proyecto de convergencia público privada para detener la pandemia no se efectiviza seguirán las muertes, los escándalos de frívolos funcionarios públicos y una nueva crisis de gobernabilidad estará cerca. Y todo se convertirá en una enorme interrogante. 

¡Presidente Sagasti, reaccione, por favor!